jueves, 10 de abril de 2025

Cinco alarmas





Múltiples y variados son los apelativos que han tratado de definir

al actual presidente de los Estados Unidos de Norteamérica en virtud 

de sus actos y sus dichos. El último, por el momento, es que sus

colegas "nos están llamando para besarme el culo". Lo dejo para

que lo bauticen ustedes, yo no quiero ariesgarme.

En cualquier caso, lo sucedido en los últimos días ha sido tanto 

y tan variado que solo lo que pueda añadir en adelante podrá darnos 

una pista, a menos que los grandes magnates del capital yanqui que  

deben estar ya hartos del pelo panoja; ya saben, con el dinero no se 

juega. 

En consecuencia, reproduzco a continuación un artículo de hechura

española que jugó un papel importante en el anterior mandato y que 

se ha disparado con esta actualidad. Lean los cinco apartados de este 

"manifiesto" económico y pregúntese después por qué no lo 

han seguido quienes podían hacerlo y se han plegado a las contra 

ideas de ese individuo.




El pasado fin de semana, el Financial Times publicó un artículo sobre los trabajos académicos citados en el informe que la administración Trump utilizó para justificar su agresiva política arancelaria. Entre esos trabajos se encuentra el de Pau Pujolas y Jack Rossbach, que el propio Pau nos explicó en este blog en enero pasado. Hoy publicamos una nueva entrada de Pau sobre el tema, que, dejando a un lado la polémica sobre el diseño de los nuevos aranceles (o su no diseño), resume bien los efectos que una guerra comercial tendrá tanto en los consumidores como en la economía global. Gracias Pau por seguir ilustrando sobre el tema en NeG.

Por Pau S. Pujolas

 

Cuando terminé mi doctorado en la UAB en 2013, la literatura en comercio internacional se preguntaba cosas como cuán grandes eran los beneficios de estar comerciando (yo contribuí con un par de artículos, uno generalizando preferencias, y otro introduciendo dinámica de capital). Si les suena aburrido es porque seguramente lo sea.

Hablar de las ganancias en bienestar generadas por el comercio internacional cuando Barack Obama estaba al timón de los Estados UnidosChina se beneficiaba de haber entrado en la Organización Mundial del Comercio, y la Unión Europea se iba expandiendo es un poco como hablar del sexo de los ángeles. Nos interesa a los cuatro frikis que nos dedicamos a ello, pero no es un tema para contarle a mi tía cuando me invita a comer por Navidades.

Pero el mundo ha cambiado en estos doce años.

Ya en 2018 le empezamos a ver los dientes al lobo, con guerritas comerciales de Trump contra Canadá (que duro poco más de un año) y contra China (que siguió con Joe Biden, por alguna razón).

Y es que, en pleno 2025, los aranceles y las guerras comerciales se han vuelto a poner de moda. De no hablar casi nunca con los medios de comunicación, a acabar de dar mi entrevista número 41 en menos de dos meses. (Obviamente) ni radios ni teles ni periódicos me preguntan sobre mi investigación; lo que la gente quiere saber es…

¿Cómo funciona esto de los aranceles?

Un arancel es básicamente un impuesto a un bien producido fuera del país. Como cualquier impuesto, hace que el precio que paga el comprador sea más alto que el precio que recibe el productor, y la diferencia se la queda el gobierno del país que pone el arancel. También como cualquier impuesto, reduce la cantidad que se comercia. Primera alarma: la reducción en la cantidad comerciada crea una pérdida neta de ingresos (deadweight loss, en inglés); hay que ir muy en cuidado con imponer aranceles.

Con el arancel, de un lado, los consumidores (locales) pierden: compran menos y más caro. De otro lado, los productores (extranjeros) también pierden: venden menos y más barato. Pero el gobierno gana: se queda con unos ingresos que no tenía.

Si decidimos que nos dan igual los productores extranjeros (porque son extranjeros), se da una situación interesante. Al pasar de no tener arancel a tener uno pequeño (pero positivo), los ingresos del gobierno suben más que las pérdidas de los consumidores locales. Si estos ingresos se gastan bien — devolviéndoselos a los consumidores en forma de rebaja fiscal — el país que pone aranceles ganará con ellos. Por esta razón, poner aranceles es muy tentador. Segunda alarma: si el gobierno no se gasta bien los ingresos derivados de los aranceles (por ejemplo, con corrupción, o creando vías de tren aeropuertos innecesarios) un arancel solamente genera pérdidas.

La ganancia con el arancel aparece porque el productor reduce su precio de venta. Al hacerlo, un arancel se convierte en una transferencia de ingresos de un productor externo a un gobierno local. Tercera alarma: para que el productor extranjero tenga que reducir su precio, necesitamos que nuestro país sea suficientemente grande. Si no lo es, poner aranceles solamente genera costes.

Hay más. Algunos productores (locales) ganan, puesto que pueden vender lo mismo a un precio más alto, e incluso venden un poco más. Este efecto es el que ustedes oirán en las radios y teles, donde saldrán políticos, lideres sindicales y lideres empresariales en tromba para convencerles de que poner aranceles y comprar local “ayuda” al país.

No se dejen engañar. Si comprar productos locales fuera una buena idea, ya los compraría usted sin necesidad de aranceles ni de propaganda. Si su compra de productos locales se debe a los aranceles y la propaganda, está siendo víctima de una política económica que le empobrece. Cuarta alarma: Los aranceles le impiden a usted, consumidor, comprar lo que desearía a precios razonables, haciéndole prisionero de productos (locales) caros y de baja calidad.

Fíjese que, si decidimos jugar al juego del arancel, el único beneficio que podemos conseguir es la transferencia de ingresos de productores vecinos a las arcas de nuestro gobierno. Si a nosotros nos parece bien jugar, es razonable pensar que los vecinos querrán jugar también al juego del arancel. Si ellos lo hacen, transferirán recursos de nuestros productores a las arcas de sus gobiernos. Así que, termino con mi quinta alarma: la ganancia de un arancel viene solamente a costa de empobrecer el vecino; si el vecino hace lo de ojo por ojo, (casi siempreacabamos todos ciegos.

 

 

 

Bien, ya saben ustedes en que se ha fijado Trump, o sus asesores, para llevar a cabo su nueva política arancelaria que tanta guerra nos está dando. Y todo gracias a Pau S. Pujolas, economista catalán que se doctoró en 2013 por la UAB de Barcelona y desde hace años es Associated Professor  en McMaster University de Ontario, Canadá. Escribe en el blog “Nada es Gratis” que he copiado literalmente con enorme satisfacción para que ustedes puedan leerlo y

aprendamos que un economista español es hoy una personalidad destacada en el tema que trae de cabeza a todo el mundo. Lamentablemente, un individuo que no ha entendido lo que leyó en su día tenga el poder suficiente para llevarnos a esa situación. Y tenemos que preguntarnos cómo es posible que en un país donde hay tantos expertos en todas las cuestiones y a todos los niveles, pueda darse una transferencia de poder como la que se ha dado en los Estados Unidos de Norteamérica.


 

 

 

 


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