El
pasado domingo tuve una buena sesión de cine con mi mujer: la película rusa Leviatán, me dejó la suficiente
impresión como para dedicarle estas líneas y ofrecérselas a ustedes ahora.
Candidata
a varios premios internacionales, realizada en 2014, es ofrecida en versión
original subtitulada, lo cual, evidentemente para los que no sabemos ruso, nos
deja a medias; mientras uno lee los subtítulos, aunque estén bien condensados,
se pierde detalles de la filmación, que es, en muchos momentos, sobrecogedora. La
acción se sitúa en algún punto del gran norte ruso, a orillas del mar de
Barents y podemos apreciar lo agreste del país unido al abandono reciente y el
poco cuidado secular.
El
título coincide a la vez con las dos acepciones conocidas del leviatán. De un
lado, el gran monstruo marino citado en el Génesis, que se nos presenta tanto en
el enorme esqueleto de una ballena jorobada como en los de unos barcos que
muestran su costillar, semienterrados en el limo de una ría pesquera, así como cuando
vemos a otra bien viva emerger ante unos acantilados en unos momentos de gran
tensión emocional de uno de los protagonistas; del otro, del de la creación de
Hobbes, cuando percibimos claramente la
opresión de un estado absoluto y corrupto que deja al individuo en la más
absoluta indefensión.
Nos
habla, a este respecto, de un país que enlazó la servidumbre de un período
zarista que parecía que no acabaría nunca, con la dictadura de un partido
comunista durante casi ochenta años, para caer finalmente en una pseudodemocracia
donde se perpetúan las formas de poder y sumisión, ante lo que no parece haber
otra salida que la ingesta constante del vodka. Esta crítica no se para
solamente en la forma de gobierno, se extiende a la justicia, con unos
recitados demoledores (aunque no entendamos ruso) y acaba en la iglesia
ortodoxa. Escuchando el sermón del obispo comprendemos que hay tanta verdad en sus palabras como en el diario
Pravda, que fue el portavoz oficial
del Soviet Supremo. Y, claramente, nos trae a la memoria las homilías que
conocemos por estos lares, tan vacías de contenido como llenas de apelaciones a
una verdad que sólo en la liturgia se entiende.
En
fin, no puedo ser más explícito si aspiro a que no se la pierdan; creo que les
he dejado unas pocas pistas que encontrarán su explicación cuando la vean. No
será una obra maestra, pero es de esas películas que merecen la pena ser
vistas.
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