miércoles, 14 de enero de 2015

LEVIATÁN






El pasado domingo tuve una buena sesión de cine con mi mujer: la película rusa Leviatán, me dejó la suficiente impresión como para dedicarle estas líneas y ofrecérselas a ustedes ahora.
Candidata a varios premios internacionales, realizada en 2014, es ofrecida en versión original subtitulada, lo cual, evidentemente para los que no sabemos ruso, nos deja a medias; mientras uno lee los subtítulos, aunque estén bien condensados, se pierde detalles de la filmación, que es, en muchos momentos, sobrecogedora. La acción se sitúa en algún punto del gran norte ruso, a orillas del mar de Barents y podemos apreciar lo agreste del país unido al abandono reciente y el poco cuidado secular.
El título coincide a la vez con las dos acepciones conocidas del leviatán. De un lado, el gran monstruo marino citado en el Génesis, que se nos presenta tanto en el enorme esqueleto de una ballena jorobada como en los de unos barcos que muestran su costillar, semienterrados en el limo de una ría pesquera, así como cuando vemos a otra bien viva emerger ante unos acantilados en unos momentos de gran tensión emocional de uno de los protagonistas; del otro, del de la creación de Hobbes,  cuando percibimos claramente la opresión de un estado absoluto y corrupto que deja al individuo en la más absoluta indefensión.
Nos habla, a este respecto, de un país que enlazó la servidumbre de un período zarista que parecía que no acabaría nunca, con la dictadura de un partido comunista durante casi ochenta años, para caer finalmente en una pseudodemocracia donde se perpetúan las formas de poder y sumisión, ante lo que no parece haber otra salida que la ingesta constante del vodka. Esta crítica no se para solamente en la forma de gobierno, se extiende a la justicia, con unos recitados demoledores (aunque no entendamos ruso) y acaba en la iglesia ortodoxa. Escuchando el sermón del obispo comprendemos que hay tanta verdad en sus palabras como en el diario Pravda, que fue el portavoz oficial del Soviet Supremo. Y, claramente, nos trae a la memoria las homilías que conocemos por estos lares, tan vacías de contenido como llenas de apelaciones a una verdad que sólo en la liturgia se entiende.
En fin, no puedo ser más explícito si aspiro a que no se la pierdan; creo que les he dejado unas pocas pistas que encontrarán su explicación cuando la vean. No será una obra maestra, pero es de esas películas que merecen la pena ser vistas.









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