domingo, 26 de agosto de 2018

Así se escribe la historia





De lo que haga o diga el hombre del flequillo de color caqui ya poco puede extrañarnos: nos sorprendió su victoria electoral hasta que supimos de los manejos de Cambridge Analytica en connivencia con Facebook y quién sabe con qué otros poderes; nos sigue extrañando que aún no se haya iniciado contra él un proceso de impeachment como el que dio al traste con la presidencia –por faltas que se nos antojan más veniales que las de ahora- de Richard Nixon. Entonces, ¿el hecho de que siga ganando apoyo popular en el país más poderoso del planeta, que deje la diplomacia en un estado comatoso, que ni intente resolver ninguno de los problemas internos o externos que ha heredado, sino que los acreciente sembrando de miles de muertos el escenario geopolítico mundial, que, en definitiva, el puesto de mando más relevante a nivel mundial se parezca cada minuto más a la actuación de un payaso o de una marioneta, que sea eso todo lo que podemos esperar de su, digamos, liderazgo va a sorprendernos a estas alturas?
Si no fuera por lo que nos jugamos en este trance, les diría que me alegro al ver los rostros estupefactos de todos aquellos que nos han dado lecciones acerca de temas capitales como el libre mercado, una de las panaceas que adornan el frontispicio del templo liberal.
Sea como sea, cada día es más claro que el mundo avanza a pasos, grandes o pequeños, sobre los atrancos que encontramos en el río de la improvisación, consecuencia de que las decisiones que se van tomando y que configuran el paso siguiente no se deben a una sesuda elección de posibilidades, sino que son resultado de errores, casualidades, intromisiones, arrebatos de locura, o interferencias de otros, actores o no, que aparecen en el escenario de la historia en ese momento y configuran, a veces sin haberlo intentado, que la marcha de los acontecimientos tome un sentido u otro, creándose así la historia.
Por ejemplo, si hubiera ganado la señora  Clinton, o el senador  Sanders, el mundo sería muchísimo más predecible; hoy, en cambio, se abre  una nueva ventana en la historia, que puede quedar en una mera advertencia, o constituir un hito histórico, como lo fueron la revolución francesa o la subida de Hitler al poder, por poner sólo dos ejemplos dispares. Esto es lo que realmente quiere decir esa frase que no aclara nada cuando decimos “así se escribe la historia”, aunque nunca seamos conscientes de ello.
Algún día, nosotros o los que nos sucedan conoceremos la intrahistoria de estos días, sus actores, sus intereses, sus aciertos y sus errores. Si eso sucede pronto significará que el daño ha sido mínimo; si tarda, quizás nunca se conozca lo ocurrido, dependiendo de la magnitud de los acontecimientos.


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