lunes, 6 de agosto de 2018

De ideas, políticas y políticos






I.    Hace tiempo que soy un asiduo lector de la columna Animales de compañía, de Juan Manuel de Prada en el suplemento dominical del grupo Vocento titulado El Semanal; el mismo tiempo que dejé de apreciar Patente de corso, de Arturo Pérez-Reverte en el mismo medio. Ambas están impecablemente escritas –ahí pueden pesar los gustos de cada uno-, pero la de este último rezuma una notable dosis de ensimismamiento literario, al alternar crónicas de sus múltiples viajes profesionales o literarios con los panegíricos de personajes que en unos y otros ha ido conociendo. Recuerdo con cierta nostalgia aquellos artículos suyos en que escribía desde una perspectiva tan variable que no podía ser siempre, ni mucho menos, la suya propia, demostrando así sus dotes indudables de escritor.
En cambio, la columna de Prada, sobre muy diversos asuntos, nos muestra la imagen de un escritor de nuestro tiempo que no se queda en lo meramente literario sino que aborda otras cuestiones que le conciernen, entre ellas, las sociales. Como conservador en lo religioso y progresista en lo social,  se ha definido a sí mismo este escritor, y a fe mía que con mucho acierto; sin prejuicios ideológicos, añadiría yo, en un tiempo como el que estamos viviendo en el que la adscripción de clase parece que debe guiar la militancia ideológica.
II.  “Si no vives como piensas, acabarás pensando como vives”. Esta frase cuya paternidad ignoro se  la he oído a Pablo Iglesias y a Pepe Mugica, entre otros, aunque no estoy seguro si en esta misma versión u otra similar. Evidentemente, a la luz de los últimos acontecimientos, el primero no la ha seguido del todo, en tanto el segundo parece haber hecho de la misma su norma de vida: ha vivido en la misma chacra antes de ser presidente, durante y después de su mandato, y su palabra reposada continúa siendo  un torrente de sentido común, humildad y respeto a la vida y a los demás.
Desde mi condición de no creyente puedo decir que es propio de la religión tratar de cumplir con dicha frase; es más, muchos creyentes la han cumplido y la cumplen –no habría más que recordar aquella expulsión de mercaderes del templo-, lo cual nos acerca a la auto definición de Prada indicada líneas arriba. No sería tal el caso del médico del  constructor y ex ministro Villar Mir, capaz de redactar un certificado falso y entregarlo a su paciente, también muy religioso, al salir de misa. ¿Pensarán ambos que está santificado y por ende tiene más valor?
III.  Otro que se dice creyente es el vicepresidente y ministro del interior italiano Matteo Salvini, que se niega a que un barco cargado de refugiados toque puerto italiano, con el consabido peligro para la vida de centenares de personas. Lógicamente no es un entusiasta del papa Francisco, que (solamente) ha hecho declaraciones a favor de los refugiados. Este individuo, este tal Salvini,  creyente o no, es posible que ni sepa en lo que cree, pero se ha lanzado contra todo y contra todos en una lucha ciega de la que posiblemente desconozca el objetivo y las consecuencias.
Final: Recuerden esa forma de pensar tan española que dice que todos los políticos son iguales, que no hay que meterse en política, que la política es para los políticos. En realidad nos están diciendo que les dejemos a ellos, que la administración del común es cosa suya, que permanezcamos tranquilos, que ellos saben hacerlo. De esa manera tendrán mano libre para sus manejos con las consecuencias que los españoles conocemos bien. Por el contrario hay que afirmar que nada es tan importante como participar en política, lo más activamente que se pueda y conforme a la disponibilidad de cada uno, o en aquello en lo que cada persona piense que puede aportar más. El caso de Juan Manuel de Prada es bien ilustrativo.

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