miércoles, 7 de noviembre de 2018

El gran prestidigitador







Ha aparecido con su porte impresionante, con su aplomo ante el micrófono y las cámaras, y con el retraso preciso para hacer su presencia más esperada. Y ante la debacle del sistema judicial español, que en palabras de otro aprendiz de prestidigitador, se ha pegado un tiro en un pie, nos ha prometido que los españoles nunca más tendrán que pagar el Impuesto de Actos Jurídicos Documentados (IAJD en la jerga jurídica), y en cambio, será la banca quien lo hará. Con estas cuatro palabras se ha desvanecido la tormenta y los titulares tipo “la banca siempre gana” han perdido todo su sentido. Se acabó lo que se daba, dicho en plan castizo.
Los que no somos juristas nos preguntamos para qué hemos esperado estas dos semanas en las que han corrido ríos de tinta –incluso este humilde blog se había sumado a la moda- si la solución era tan sencilla y la teníamos tan a mano. Para qué hablar de lo malos que son los bancos, de posibles connivencias entre éstos y algún sector del sistema judicial; para qué hablar de los miles de millones que podían estar en juego dependiendo de la retroactividad del ISJD; para qué discutir si el impuesto lo debe pagar el que da el dinero o el que lo recibe… ¿Qué importa eso ahora?
¿Hemos de creer que con ese decreto-ley que se va a aprobar, la banca no va a repercutir ese importe en otra partida de gastos, o en la cuota mensual que el comprador se obliga a pagar, y, quizás, cobrar una comisión por tener que recurrir a la artimaña que se invente? ¿Hemos de creer que esa autoridad independiente que se va a crear será capaz de evitar que la banca se salga con la suya? ¿Apostamos algo, como le gusta decir al ministro de asuntos exteriores? De hecho, la bolsa ha registrado avances en la cotización de los bancos después del gran aviso. ¿Se deberá solo a que no hay retroactividad?
Finalmente, ¿qué guarda en la chistera el gran prestidigitador? ¿Cómo va a hacer que la banca sea quien pague? A mí, lo único que se me ocurre es que elimine de raíz el dichoso impuesto, y lo sustituya por otro nuevo sobre los beneficios bancarios, en línea con lo que reza en su proyecto de presupuestos generales. Y que no se vea afectado por créditos fiscales y otras argucias semejantes; al fin y al cabo, que la banca y las grandes empresas tengan el mismo trato fiscal que las pequeñas y los particulares.
¡Eso sí que sería un buen golpe de efecto, aunque seguramente tenga menos glamur!

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