lunes, 11 de marzo de 2019

El 8-M










Lo que yo vi en la manifestación de la tarde del día 8 fueron miles y miles de personas de todas las edades, con una gran mayoría de mujeres. Con algunos eslóganes que los hombres no podemos suscribir porque son eslóganes de mujeres, como el que decía: la talla treintayocho me aprieta el chocho, porque era su manifestación, la manifestación de las mujeres. Al pasar frente a la catedral del Buen Pastor, en San Sebastián, la pitada contra el obispo Munilla fue monumental y generalizada, aunque estoy seguro de que lo que oyó le dio exactamente igual; él está fuera de estos asuntos, su magisterio es otro y su rebaño también. De otro mundo. Lo ha dicho Pedro Sánchez: las manifestaciones del 8-M son el hoy y el mañana, en tanto la de Colón es el ayer. De otra época.
Mujeres son las abuelas que nos han tenido en su halda; las madres que nos han parido; las que son nuestras compañeras, nuestras hijas y nuestras nietas; son personas, aparte del vínculo que a ellas nos una en cada caso. No se puede ser hombre si no se respeta a la mujer. Por mucho que enarbolemos cualquier trapo, aunque lo llamen bandera.
No todos los asistentes acudirán a votar, ni votarán lo mismo, de modo que la derecha patria no debe preocuparse. Escribo estas líneas el 11 de marzo, en el décimo quinto aniversario de los atentados de 2004. Todavía hoy es la fecha en que los representantes del Partido Popular continúan ensuciando la memoria de las victimas, al reclamar que se nos diga la verdad de lo que ocurrió. Este empecinamiento es el mismo que demuestran con el feminismo, una imposibilidad congénita para aceptar los hechos como son y verlos como los vé la inmensa mayoría de las personas.






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