1.
No hay vida en el campo, cualquier pueblo es un abigarrado conjunto
de bloques de 6 a 12 pisos. Fuera de las zonas residenciales junto al
mar, apenas hay viviendas, concentrándose éstas en las ciudades,
grandes o pequeñas.
2.
Los edificios
de hormigón muestran en sus
fachadas y balcones lo que puede ser un defecto congénito de
construcción, por no hablar de aluminosis. Algún día los problemas
serán más graves, como los de los puentes, febrilmente inmersos en
obras de mantenimiento.
3.
La abundancia de palacios, iglesias y conventos nos lleva a
imaginar cuántos clérigos, obispos, príncipes y nobles pudieron
vivir de las rentas de una isla necesariamente rica. Lo grave es que
hoy en día quedan obispos y príncipes, pero no son exportables.
4.
Esta estructura ha generado una situación económica en la que la
población siente que no hay futuro, la emigración es la única
salida, y ciertos políticos han encontrado un chivo expiatorio en la
inmigración africana. Los sicilianos e italianos han comprado esa
mercancía averiada.
5.
En algún momento del día o de la semana se recoge la basura,
porque aunque se vean los contenedores rebosando de bolsas de
plástico, si no se recogiera se formarían tres Etnas mensuales;
tampoco se ve regar o barrer las calles, salvo en determinados
lugares.
6.
El tráfico caótico y el comportamiento desinhibido de los
conductores se aproxima al que mostraban las ciudades chinas antes de
la modernidad. Es posible ver familias enteras a bordo de una moto, o
gente de pie en una camioneta.
7.
El comercio es la actividad económica por excelencia. En cualquier
calle, en rotondas, en los sitios más inverosímiles siempre hay
alguien tratando de vender algo, lo que sea, incluida alimentación.
Pareciera que no hay reglas establecidas sobre su salubridad.
8.
No obstante lo anterior, siempre podrá verse una patrulla de la
Guardia di Finanza, luchando,
entre otras cosas, contra la delincuencia financiera y económica, el
blanqueo de capitales, el tráfico de drogas o la evasión de
impuestos; es
lícito preguntarse por el
resultado.
9.
Al reino de las Dos Sicilias le sucedió la monarquía liberal de
los Saboya y a éstos, la República Italiana. Las calles siguen
llamándose Vittorio Emanuele, Cavour, Garibaldi, o anteriores, como
el virrey Maqueda. Solamente han desaparecido los nombres de la etapa
fascista. ¿Volverán?
10.
Si tuviera que pintar un mural aparecería el Etna, padre, madre,
norte y guía, avisando de su presencia con su penacho blanquecino,
como una advertencia de la fragilidad de la vida humana; también
la fachada y el pantocrátor
de la catedral de Cefalú y
el claustro de la de Monreale; el templo dórico de Segesta y
la plaza del elefante de Catania;
una calle cualquiera
con tenderetes, bares
y tiendas de souvenirs; un montón de basura desparramada con un
Maserati aparcado al lado y, al
paso, cuatro jóvenes
vestidos a la italiana, todos delgados, de un negro impoluto, trajes
impecables, pantalones hasta los tobillos, zapatos largos y sin
calcetines; más atrás unos clérigos y la policía; en lontananza,
una refinería de petróleo y
a los lados, campos de trigo,
viñas y un olivar. Todo festoneado de palacios e iglesias.
Coda
final. Y el
gran resumen sería la frase,
si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo
cambie;
Giuseppe Tomasi de Lampedusa
conocía el percal.
Una visión lúcida y descriptiva que refleja de manera impecable mi propia opinión sobre esta isla. Enhorabuena, y espero seguir disfrutando con tus artículos.
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