sábado, 27 de junio de 2020

Cuidado con los cuidados





Las residencias geriátricas españolas en general, y las de Madrid en particular están dando mucho que hablar y parece que por mucho tiempo. En el terreno político y en el judicial, que es al que acuden los políticos cuando no tienen argumentos; posiblemente, el ejemplo más preclaro de estos últimos sea su Ilustrisima Señora – o como se diga- Isabel Díaz de Ayuso, Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, quien se empeña en afirmar su falta de competencias sanitarias, cuando todo el mundo sabe que dichas competencias están plenamente transferidas, y lo han seguido estando durante el estado de alarma. Aunque en puridad tengamos que reconocer que llevaba poco tiempo en el cargo, hemos de suponer que tanto ella como sus conmilitones del Partido Popular, con mayor o menor período de mando en plaza, eran ideológicamente partidarios de una menguante inversión pública en Residencias y Hospitales en favor de un sector privado al que, por afinidad e intereses, beneficiaban y siguen haciéndolo en sus decisiones políticas.

Algo similar ha ocurrido en las autonomías regidas por el Partido Socialista, que no se libra de la misma acusación, ni en los partidos nacionalistas. Todos ellos se sumaron a la ola de la privatización de la Sanidad, cosa harto innegable. Esto ha conducido al escenario actual en el que la cifra de negocio en las Residencias privadas (por ceñirnos a este sector) es del orden de 4.500 millones de euros anuales. Mayoritariamente, por parte de multinacionales europeas que han encontrado en nuestro país, bastante envejecido como sabemos, un campo abonado para obtener buenos rendimientos económicos.

Porque eso es muy fácil de entender. Esos inversores que, a veces, son compañías de seguros, cierran así un ciclo: te aseguran sanitariamente durante tu vida activa y cuando llega el último momento te ofrecen una residencia de aspecto confortable, donde pasar la postrer etapa; en definitiva un mercado cautivo para muchos años, que constituye el sueño de cualquier empresa.

Pero algo inesperado, aunque proliferen los listillos que ya lo veían llegar, ha venido y ha golpeado con fuerza en este bucólico universo. Tanto la Unidad Militar de Emergencia como dotaciones de Bomberos en distintas comunidades y provincias, han hablado de una situación que solo cabe calificar como dantesca: Residencias en las que han encontrado cadáveres de ancianos a los que la vida les había abandonado días atrás y, posiblemente, habían muerto en la más silente soledad.

Y la sociedad española ha descubierto de repente que ni teníamos la mejor sanidad del mundo ni las mejores residencias. Y si somos suficientemente críticos y sinceros entenderemos que lo acontecido era de esperar. En el camino hemos perdido personal sanitario, desde celadores hasta médicos, que se han enfrentado al problema sin las debidas condiciones. Y se oye por doquier la nueva cantinela de que eso no puede volver a ocurrir, que tenemos que invertir más en sanidad y en el sector de los cuidados. Pero esto no se logra en dos legislaturas ni en cuatro. La necesidad de acudir a la cooperación público-privada es algo manifiesto, si nos atenemos a la magnitud de la cifra que hay que poner encima de la mesa. Y ha de existir una clara dirección política. Esto lo saben los partidos, los que están por la sanidad pública y los que están por la privada, y de nuestras decisiones electorales dependerá que la balanza se incline por uno u otro lado. Muy pronto, en quince días, tendremos una primera ocasión para demostrar de qué lado estamos, aunque sean unas marginales elecciones autonómicas.

La política continúa, y si nos fijamos en los anuncios habremos visto que el sector privado ha comenzado ya la carrera por el negocio de los cuidados. ¿Han perdido prestigio las Residencias? No importa, hablemos de los cuidados, que tienen una imagen aún virgen. Y lo han hecho bautizando onomatopéyicamente su empresa, ofreciéndonos como nuevo algo que no lo es, ni en nuestro país, ni en Europa, pero no lo llaman asistencia domiciliaria, nos presentan algo idílico que será una panacea. Repetimos esto no es nada nuevo ni es una panacea, y encarna el mismo riesgo que el que ha perjudicado a los ancianos de las residencias. No nos dejemos engañar ni nos engañemos a nosotros mismos.

No lo olvidemos, las empresas privadas están para ganar dinero, también en la sanidad y en los cuidados.















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