martes, 22 de septiembre de 2020

La Comisión




 Bueno, ya podemos dormir tranquilos; todos en general, y los madrileños mucho más, aunque si en vez de esperar al lunes respetando el descanso del fin de semana - una conquista social derivada de la implantación de las cuarenta horas semanales, o de dividir el día en tres tramos de ocho horas cada uno, uno para el trabajo, otro para el ocio y otro para el descanso, según se mire-, Pedro e Isabel, o Isabel y Pedro se hubieran puesto manos a la obra el mismo viernes (o el viernes anterior, por ejemplo) llevaríamos un tiempo ganado. Porque para reunirse y concluir que hace falta una comisión para enfrentarse al problema, no parece necesario esperar tanto tiempo. ¿Quiere eso decir que no se sabe qué hay que hacer? ¿Deberá esa comisión investigar lo que sucede y tratar de poner los remedios, si existen? ¿Y mientras tanto que el virus siga campando por Madrid? ¿O es que no es asunto urgente al que tratar de poner coto cuanto antes?

La España de las autonomías se creó en un intento de dar pábulo a lo que se llamaba las nacionalidades históricas, y para completar el panorama se optó que al resto, pues … eso, ¡café para todos! Esta fórmula mágica está perfectamente engarzada en el funcionamiento político del país, hasta el punto de que hoy no hay nadie que se precie de ser poco autonomista. Y debiéramos reconocer que todo tiene un límite y – ay!, la que me va a caer encima-, a la mayor parte de las actuales autonomías el traje le viene un poco grande, y le vendría bien un nuevo diseño del reparto de competencias, pero sobre todo al país en su conjunto, que entiendo que ganaría en muy variados aspectos.

Y para empezar por lo que nos trae a este comentario, debiéramos hablar en primer lugar de la sanidad. Para mí, si algo ha quedado claro entre las consecuencias de esta pandemia es que el Ministerio de Sanidad ha aparecido, como lo que es, un ministerio sin poder, al tener sus facultades transferidas en favor de las autonomías, algunas de ellas tan pequeñas como La Rioja, y otras de comportamiento tan bizarro como Cataluña o Madrid. Porque, no olvidemos, que por mor de esas autonomías cada una de ellas ha podido llevar a cabo la política sanitaria que le ha parecido oportuna, y así, hemos visto que la cada vez menor inversión que esas autonomías realizaban a lo largo de los años, se ha traducido ahora en escasez de hospitales públicos, escasez de camas hospitalarias, escasez de personal sanitario y escasez de capacidad para hacer frente a un problema tan grave como el del covid-19. Y el Ministerio de Sanidad ha hecho poco más que recomendaciones, y el Gobierno del país ha debido acudir al Congreso para ganarse el derecho de decretar un estado de alarma y las consecuentes renovaciones del mismo. Pero nunca ha podido obligar a ciertas autonomías, como las señaladas más arriba, a actuar de determinada manera, encontrándose con que un tipo como el Honorable Torra, o la responsable de la cuenta de twitter del perrito de la ex presidenta Aguirre, tienen autoridad suficiente como para ponerse por delante de epidemiólogos, y otros científicos especializados en pandemias.

Y aparece Pedro y se reúne con Isabel y acuerdan crear una comisión para que se ocupe del caso. ¿Qué pensarán los madrileños afectados? ¿Que no es urgente? ¿Que no es para tanto? ¿Cómo puede esperarse tanto tiempo en dar una solución – que la tiene que haber- como si fuera un asunto menor?

Otro día hablaremos de las transferencias en educación y, sobre todo, en política fiscal.

Ay!, las autonomías...




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