martes, 1 de septiembre de 2020

La política vasca










La política vasca ha sido un campo minado de muy difícil tránsito. La existencia de un terrorismo activo que ha dejado ochocientos y pico muertos en toda España, entre ellos políticos en activo, simpatizantes o afiliados de diversos partidos, periodistas y militares, así lo atestigua. Los años de plomo vascos no permitían la libre circulación de las ideas políticas hasta que, felizmente, hace una década desapareció esa actividad terrorista.

El partido que estaba detrás, ha experimentado a su vez cambios profundos, no solo de nombre, hasta el punto de lograr un protagonismo muy notable en el escenario político vasco. Y no me refiero solamente al hecho de que haya gobernado el Ayuntamiento de San Sebastián o la Diputación de Guipúzcoa.
Pero a pesar de eso muchos de los que pedían al nacionalismo radical que hiciera política y dejara de matar, ahora que ya hay paz le siguen tachando de filoetarra; ya sabemos que contra ETA se luchaba y se lucha políticamente mejor. Igual que contra Franco.

Hay un panorama en Euskadi con una doble polarización, la nacionalista por un lado, la ideológica por el otro. En el primer bloque tenemos al Pnv y a Bildu; en el segundo, Psoe y Podemos, y repite Bildu. El Pnv, un partido democristiano, sufrió la escisión de su parte “socialdemócrata” (EA) que terminó engrosando la izquierda abertzale. Es decir, los que se fueron eran más de izquierdas y más nacionalistas. Esto puede explicar la política de pactos. El Pnv prefiere pactar con el Psoe, que le obliga menos en lo social, mientras puede mantener a raya a Bildu en lo nacional, y obtener buenos réditos de su política de pactos en Madrid. Ante esta situación, Podemos, socio del socio del Pnv en el gobierno del Estado tiene difícil definir su espacio en la política vasca. No importa qué caminos se sigan, al final uno se topa con el partido nacionalista por excelencia.

Algo parecido está ocurriendo en el terreno sindical. Sin considerar los sindicatos españoles de siempre, UGT y Comisiones, cuya huella en Euskadi viene siendo más y más liviana, los auténticos protagonistas son los sindicatos nacionalistas. Tradicionalmente, el sindicato más relevante era ELA, cuya “traducción” al español es El Sindicato Vasco, con una gran masa de afiliados, una no menos importante caja de resistencia, y una cierta política pactista. El otro sindicato más a la izquierda, LAB, el sindicato abertzale para entendernos, era un sindicato más radical y luchador, temido por las organizaciones empresariales.
Paulatinamente, esta situación entre ambos se ha ido trastocando. Al igual que decíamos al hablar de Bildu, su sindicato LAB ha suavizado su práctica sindical, en tanto es ELA el que se ha vuelto más radical, hasta el punto de tensar tanto la cuerda con el Pnv que parece que pudiera romperse. De resultas de este enfrentamiento este partido aparece como adalid de las medidas progresistas, y es difícil decir si ello se debe al auge de Bildu y nota que le pisa los talones, o es la postura de ELA la que le empuja a su “radicalidad”.
Sus líderes se permiten declararse progresistas sin ambages, y los pactos con el Psoe en Madrid se llevan a cabo con toda naturalidad y provecho.

Ya sabemos que el nuevo gobierno vasco será una reedición del anterior. Se dice que cambiarán algunos nombres pero nada en lo sustancial. El electorado vasco no ha considerado que ni el Psoe, responsable de la cartera que gestionaba la política de residuos, y por tanto, de la catástrofe humana y ambiental del vertedero de Zaldibar, ni, por supuesto, el Pnv, auténtico responsable último, tengan culpabilidad alguna de lo sucedido. Estamos condenados a continuar con la misma política que tan bien les va a ambos partidos, aunque los socialistas estén cada vez más desdibujados.

¿Cuando será que despertemos y el dinosaurio ya no esté?
















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