lunes, 7 de diciembre de 2020

Los quinientos

 




Mucho se está hablando y escribiendo sobre los manifiestos – para mí, son eso, manifiestos- de distintos tipos de militares en estos días. He de decir que, si bien me considero dentro de esos 26 millones de fusilables, no me siento personalmente amenazado. Ya lo he sido antes – pueden leer Historias de la puta mili, publicado en estas mismas líneas el pasado 27 de abril de este mismo año-, y nada ni nadie me ha impedido mantener una posición política propia con orígenes familiares en lo personal. De esa mili de que les hablo recuerdo que hubo un recluta que me pidió que le enseñara a leer y escribir, para poder optar a entrar en la Guardia Civil. Le dije que no, que para eso no le enseñaba; me he arrepentido siempre que lo he recordado.


Por lo demás, ¿por qué piensan esos firmantes y los que todavía no lo han hecho, que representan mejor que yo, y aman más al país en el que todos vivimos? Soy renuente a pronunciar la palabra España para no contribuir más al mal uso que ellos hacen de este vocablo. Pero soy español, por supuesto, tanto o más que ellos, aunque reconozca que haya otros paisanos que no se sientan españoles. Y pienso que si algunos de ellos pueden cambiar de opinión, será más por mi contacto que por las diatribas que ellos les dirigen. Y si no, la libertad es un valor, para mí, superior a cualquier otro; el amor no se consigue a la fuerza. Hablo y escribo en español, comprendo a los que eligen hacerlo en su lengua madre, y muchos de mis más felices momentos los paso cuando escribo, de modo que creo que hago por España más que los que berrean como ciervos en celo este común vocablo, mientras se envuelven en la bandera rojigualda para sentir la fuerza de la manada. Yo prefiero la bandera tricolor que representa la República, que fue vilmente derrocada para instaurar un régimen de terror, ignominia y corrupción que ellos se empeñan en mantener. Los valores republicanos suponen un plus en los conceptos políticos, morales y de ciudadanía que ellos nunca podrán apreciar.


Y esto me lleva a hablar del Rey. No del Emérito, cuyo desprestigio le pone fuera de toda crítica. Hay muchas opiniones en el sentido de que el Rey debiera intervenir en estos momentos para indicar a esos individuos la sinrazón de sus manifiestos. Yo no soy de esa opinión, porque, como también se ha dicho, no es su misión constitucional. Pero yo pienso que, vestido de paisano, como cualquier español, debiera salir al paso de esos desmanes, lo cual les dejaría con el culo al aire, y le daría a él y a la institución que representa una aureola de modernidad, de saber que España forma parte de Europa, una comunidad de Estados donde los fusilamientos son algo del pasado.


Y quizás lograra que PP y Vox reflexionaran, aunque esto sea realmente difícil, al necesitar para ese ejercicio facultades intelectuales que quizás no estén disponibles.
















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