sábado, 24 de abril de 2021

Una historia montañesa (y 2)




Hoy ya nadie discute, salvo personajes como Trump o sus correligionarios locales, que los tenemos como en todas partes, que el mundo está abocado a una crisis climática cuyas consecuencias serán catastróficas para la humanidad; es decir, para nuestros hijos y nietos y los que vengan; no es una cuestión para dentro de cien o doscientos años y se pueda esperar que en ese plazo la humanidad encuentre la solución apropiada. No, la amenaza es real y está a las puertas. La causa del cambio climático en el planeta es el efecto invernadero que generan la costra de gases acumulada en la atmósfera procedentes de la combustión de combustibles fósiles para obtener energía, las emisiones de la gigantesca cabaña ganadera o la deforestación masiva. El calor del sol no puede escapar y se acumula en la Tierra, dando lugar al calentamiento global. Y esa situación y el Acuerdo de París y su concreción en el caso español (acaba de aprobarse en el Congreso la Ley de Cambio Climático) nos obliga a ser más exigentes para evitar que la energía que consumimos siga obteniéndose como hasta ahora.


Nadie me ha invitado a pronunciarme. Ni soy experto en la materia, ni el más indicado, ni vivo allí, ni tengo intereses en sus tierras, ni mayores vínculos fuera del hecho de haber nacido en La Cavada y sido bautizado en la iglesia de La Magdalena de Rucandio; me quedan pocos familiares y contados amigos, pero, lo que son las cosas, las redes sociales me mantienen al día en los nuevos avatares de lo que siempre será mi pueblo. Y he observado que Riotuerto entero, como todos los ayuntamientos afectados, se ha movilizado ante la enormidad del plan eólico del gobierno de Cantabria. Y lo que nos afecta ahora es el desarrollo de la energía eólica, energía que solo precisa del viento. El abandono pautado de las fuentes de energía tradicionales y su sustitución por las que llamamos verdes es la única vía para enfrentarse a esos efectos catastróficos. Todos sabemos cuales son esas nuevas energías, y España, a pesar de todas las dificultades, es uno de los países punteros en la fabricación de algunas. Una de ellas es la eólica, que es la que nos ocupa, y es una energía limpia, como sabemos, pero tiene la desventaja de su presencia física, por lo que no debe instalarse en zonas de alto valor paisajístico, por no hablar de la proximidad humana, ni el peligro mortal para las aves que pueden chocar con sus palas, ni del ruido que producen al rotar. Por el lado positivo, los aerogeneradores van a beneficiarse en el próximo futuro de nuevos diseños, que pueden llevar hasta la desaparición de las aspas en las escalas reducidas de tamaño. Y no olvidemos que son desmontables cuando se estime necesario para instalar otros mejores. En cualquier caso, como hemos señalado en estos dos artículos, las inversiones de los cuatro últimos siglos, la de los cañones y la textil, han venido de fuera; ahora también, pero nunca el pueblo – y todos los demás pueblos afectados- han tenido la ocasión de influir en esas decisiones. Y esa es la diferencia y en ello reside la oportunidad de los vecinos para intentar redirigir la localización de los parques eólicos allá donde entiendan que les conviene.


Ahora es un momento de crisis y, como suele decirse, toda crisis genera una oportunidad. Al margen de cerciorarnos absolutamente de una apropiada instalación de los parques de aerogeneradores, me parece básico que aprovechemos este momento para preguntarnos varias cosucas: ¿Qué se va a pedir por ceder los montes y riscos? ¿Se va a dejar que la inversión la haga el fondo de pensiones de los funcionarios públicos de Baltimore, por poner un ejemplo aleatorio y no peyorativo? ¿O que los beneficios sigan siendo para empresas ajenas? ¿Que el monto del recibo de la luz que nadie entiende, incluya tantos componentes como el actual? En definitiva, ¿se va a desperdiciar la ocasión para ser protagonistas de nuestro futuro, máxime cuando una buena parte de la inversión se va a realizar gracias a fondos europeos de programas de reconstrucción económica y economía verde?


Preguntas como esas y otras debieran ser analizadas y contestadas en un proceso de análisis y toma de decisiones. Si esto no se hace, sinceramente creo que no merece la pena ni se justifica una posición crítica con el proyecto. Sería solo un “aquí no lo quiero, que lo hagan en otro lado”, como aquél “quitate tú para que me ponga yo”. Así que, seamos realistas y pidamos lo imposible!















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