sábado, 5 de junio de 2021

Obsolescencia y reciclaje




 Como ustedes saben, obsoleto es aquello que ha dejado de usarse, que no tiene mucho valor o sentido hoy en día; en jerga “cheli” llamaríamos obsoleto a aquél individuo un tanto pasado de moda, un poco out.

A nadie se le escapa que en tiempos de efervescencia tecnológica como los actuales, la aparición de soluciones mejores, más rápidas, con mayor capacidad, más económicas, etcétera, se produce un día sí y otro también en cualquier campo que imaginemos. Los fabricantes de cualesquiera objetos, sobre todo los de consumo duradero, como los electrodomésticos, se ven impelidos (y se aprovechan de ello) a introducir esas soluciones novedosas, lo cual les lleva a programar una obsolescencia tecnológica en sus productos finales que hace más corta de lo que sería de desear por parte de los usuarios la vida de esos aparatos. Otras veces, el propio desarrollo del software tan vertiginoso como exigente para su adaptación, lleva al teléfono móvil que ustedes manejan a su necesario cambio: ha quedado obsoleto.

Esto, que es bueno para la industria no lo es tanto para el consumidor; y no lo es, definitivamente, para el futuro de nuestro planeta. Nuestra “necesidad” de estar al día tecnológicamente, implica un aumento desaforado del consumo de ciertos materiales, como el coltan (por ejemplo) y esto lleva consigo a la muerte de miles y miles de personas cuya culpa ha sido nacer en los países donde esos materiales se encuentran.

Esta, aunque sea tan esquemáticamente expuesta, es la forma en la que el mundo viene funcionando: se inventa un producto, se consiguen los materiales, se fabrica, se vende,…, y se envía al vertedero cuando ya tenemos otro más actual. Podríamos decir que damos por supuesto que el mundo no tiene límites; si nos hacen falta más materias primas, se buscan, el planeta tierra es infinito, y si los propietarios de tal o cual material ponen dificultades, se les elimina aunque sea por medio de una guerra; lo que importa es que la industria sea rentable.

Pero habrán visto ustedes que su último coche, por ejemplo, tiene un determinado porcentaje de material reciclable; cuando el auto vaya al desguace, una parte del mismo podrá ser transformada y reutilizada para otro coche u otro producto: no hará falta una nueva mina. Hoy en día crece el número de productos que se fabrican con material reciclado, se diseñan para que se puedan reciclar, y hay una industria pujante que florece con esta idea. Pero no debe parar aquí la cosa. La concienciación de las personas ha de fomentarse desde la escuela y esto pasa por conseguir que los próximos consumidores tengan un interés por el consumo más contraído – una menor propensión al consumo, que dicen los economistas-, que nos preguntemos cuántos pantalones necesitamos comprar cada año si aún los de los años pasados están en perfecto estado de uso. Ello nos llevará a una menor necesidad de dinero, a valorar mejor otras opciones que el mero consumo o el mero comprar. Comprobaremos un día, si seguimos esta tendencia, que somos más felices, que necesitamos menos, que vivimos más independientes del gran capital, que el medio ambiente habrá mejorado, que se contamina menos, que no hacen mella en nosotros los cantos de sirena de la publicidad engañosa y tampoco de la política que no esté al servicio de las personas, que no necesitaremos más vertederos para que ganen unos y mueran otros…, y recordaremos aquello de la obsolescencia programada de la que hemos empezado hablando como el gran engañabobos al que el antiguo sistema nos quería llevar.

¿Veremos ese día?… de nosotros depende, solamente de nosotros.













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