sábado, 29 de mayo de 2021

El arte de lo posible




En estos dos años de pandemia que prácticamente han coincidido con la llegada del único gobierno de coalición que hemos conseguido darnos los españoles, hemos podido asistir a unas realidades que, por lo novedosas, conviene señalar dada su importancia.


La primera consiste en el hecho de que las negociaciones a tres bandas entre las organizaciones empresariales, los sindicatos y el propio ministerio de trabajo han concluido en acuerdo. No sin debate ni fácilmente, pero en acuerdo. Se puede asegurar que ninguna de las tres partes ha quedado completamente satisfecha con los acuerdos alcanzados, pero todo negociador sabe que siempre hay que dejarse pelos en la gatera. Eso está en el espíritu mismo de la negociación.


La otra realidad consiste justamente en lo contrario: no ha habido prácticamente acuerdo político alguno entre los partidos políticos, fuera de los que acordaron formar ese gobierno de coalición.


Esto es algo que llama poderosamente la atención, ya que en el asunto social o laboral están representadas las derechas y las izquierdas, las empresas y los trabajadores por decirlo de otra manera, y han logrado acuerdos, acuerdos importantes en varios puntos, en tanto que en el otro ámbito, el de la mera política, donde hay partidos de izquierda, de centro izquierda y de centro derecha se ha llegado a acuerdos; el único que no podido sumarse a acuerdo ninguno es el Partido Popular, que se puede definir como partido de derecha extrema; aún queda otro partido de extrema derecha, pero su ideología le hace excluirse del juego político y no merece siquiera que pronunciemos su nombre.


En ese campo de la política, que alguien llamó el arte de lo posible, volvemos a encontrarnos con el recurrente asunto de Cataluña. Según parece – cuando ustedes lean estas líneas ya todo estará más claro-, los partidos de la coalición de gobierno están por la labor de indultar a los políticos que están en la cárcel; que no tienen delito alguno de sangre, ni siquiera de violencia; que han tratado de llevar a la práctica algo que figuraba en su oferta electoral y que la autoridad pertinente autorizó. Yo no tengo nada de independentista; es más no me gustaría que Cataluña se independizara del resto (esto que voy a decirles ahora, en confianza, negaré haberlo escrito en estas páginas donde proceda). ¿Por qué, se preguntarán ustedes, no quiero adornarme con bandera ninguna, excepción hecha de la tricolor, por supuesto? Muy fácil: al margen de que si algo, soy internacionalista, la razón es que si Cataluña lograra la independencia nos dejaría a los demás a los pies de los caballos, el triunfo de esos partidos de derecha extrema y de extrema derecha en lo que quedara del país sería irremediable y ese tufo carca que emanan, esa pérdida de derechos sociales y políticos que nos ofrecen (la libertad de tomar una caña no es lo que buscamos), nos alcanzaría, hundiéndonos en una atmósfera política insoportable.


No contemplo hacerme un gabán con la bandera nacional, soy español, no españolista, y la alternativa del exilio no me resulta atractiva con la edad que tengo, así que espero que concedan la libertad a esos políticos catalanes que bastante cárcel han tenido sin merecerla, no como otros muchos, y dejemos las cosas como están. 

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