Este otro hombre morirá también, pero nadie sabe cuando ni
como, es algo a lo que nadie puede escapar. Unos mueren plácidamente, otros
entre gran sufrimiento y otros más eliminados de cualquier manera como está
sucediendo con el genocidio de Gaza. Este caso de que hablamos, como el de
cualquiera, no es predecible en absoluto.
Se trata de un hombre muy conocido perteneciente a un
linaje que hunde sus raíces en la vecina Francia y en concreto en España a
inicios del siglo XVIII. Y con algunos intervalos por distintas causas llega
hasta ahora. Efectivamente, se trata de Don Juan Carlos, que fue Rey de España
gracias a Don Francisco Franco Bahamonde. Como sabemos todos dejó el trono a su
heredero porque acumulaba varios casos que a un presidente de una República le
hubieran causado la pérdida de su puesto. Pero estamos en España y aquí las
cosas se arreglan de otra manera; él se fue con un apelativo de Emérito y sin
dar ninguna explicación sobre aquellos casos oscuros que motivaron su renuncia.
Y se fue a un país que, con todos los respetos, tampoco es conocido por la
limpieza con que se despachan los asuntos de sus súbditos.
Y para remate ha sido capaz de poner una demanda contra un
ex presidente de una autonomía española al que acusa de difamarle. Y para
colmo, llegado el día, suponemos que porque ha sido rey, prefiere darse una
vuelta en lancha y no tener el valor o la delicadeza de asistir a la vista
judicial.
Hasta aquí los hechos. Este Borbón ha quedado retratado por
su nula consideración personal a uno de sus súbditos. Quizás le ha dejado esa
labor a su hijo el Rey. ¿Será éste capaz de aconsejarle con prudencia? ¿O
dejará que estos hechos aumenten la fama que tiene? Quizás los españoles nos
merezcamos estos sucesos. ¿En tan poca estima nos tienen los Borbones?
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