Había leído las buenas
críticas obtenidas y un premio obtenido en Cannes, si no me equivoco. A primeros
de este mes de julio fui a verla. La sala tenía una afluencia nada desdeñable y
me apresté a ver Sirat con buena disposición. Imaginarán ustedes que no soy
amante de esa música de baile tan trepidante que pareciera que los bailarines
van a desnucarse o romperse un hueso, y cada uno baila lo suyo sin interés
alguno por lo que bailan los de al lado; aquello es una especie de aquelarre
sin brujas y cada uno trata de moverse como Dios le da a entender. En un
momento dado, al final de los títulos de respeto, apareció la palabra Sirat pero
no pude ver lo que parecía una definición de la misma; no pude leerlo, tan
pequeña era la letra y tan grande el frenesí de la dichosa música que pasaron
los escasos segundos y no me enteré. Esto empezó a molestarme, al tiempo en que
la peli comenzaba. Reconocí al actor español Sergi López y recordé que la
película duraba dos horas; esto va a ser un poco largo, me dije, y me apresté a
la prueba de verla.
Seguramente sabrán ustedes que
la trama de la peli era que un padre, con un hijo pequeño, tratan de encontrar
a una hija desaparecida en una rave como la que estamos viendo, en el montañoso
sur de Marruecos, y el padre decide seguir con este grupo que parece dirigirse
hacia el desierto. Así que sin cesar de escuchar la consabida música o lo que
sea, nos vemos dentro de esos parajes áridos, sin carreteras, donde reconocemos
el desierto marroquí. Por otro lado, apreciamos la angustia del padre y del
niño en su constante búsqueda, entre cientos de personas que se desplazan en
vehículos de todo tipo, normalmente nada preparados para esas pistas de polvo y
tierra. Y a fe mía, que no perdemos la atención sobre lo que está pasando hasta
el momento, muy cruel, en el que el niño muere en un accidente nada
sorprendente en aquellas condiciones. En este momento la interpretación de Sergi
López roza lo sublime y los ravistas o raveros más próximos alcanzan igualmente
altas notas. A esas alturas he de reconocer que la película – a pesar de la
musiquita y los bailes – había conseguido interesarme, y sintiendo el dolor del
padre espero el final. La historia alcanza altos niveles de interés y todos sufrimos
la dureza del guion, que no cesa ni al alcanzar la puerta de salida. Y por
supuesto la labor del director y del propio Sergi López.
Maravillado por los paisajes
increíbles de aquellas inmensas montañas marroquíes y las desérticas llanuras,
ya en casa, quise averiguar donde había sido el rodaje. La respuesta me la
guardo y si alguno de ustedes tiene la misma curiosidad que yo, le ruego que guarde
nuestro secreto. Solamente adelantaré que, como saben, el director Oliver Laxe,
es español, y ser español en este oficio es una cualidad rayana en la garantía
del bien hacer.
Y para acabar, la peli es
dura, está bien hecha, no sobran minutos, y se la recomiendo. Ah! Y busquen el
significado de Sirat, es fácil y va muy bien con la película.
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