Bien,
no pasa nada, ayer me equivoqué, lo reconozco. O sea, en palabras de rey, me he
equivocado, lo siento mucho y no volverá a pasar. Espero que ustedes me
comprendan y me disculpen; impulsado por no sé qué sentimientos, ideas o estado
de ánimo, fui injusto con el presidente de nuestro gobierno y ahora lo
reconozco: no volverá a pasar.
He
visto a Rajoy por la tele y he comprendido. Y por si ustedes no han llegado a
este nivel –no está a la altura de cualquiera, siento decírselo sin ambages- se
lo voy a explicar breve y sencillamente:
Rajoy
ha presionado ante los dirigentes europeos, el mismo Obama y el Fondo Monetario
Internacional hasta llevarles a una encrucijada de la que no han sido capaces
de salir; mejor dicho, sólo les ha dejado una salida, la de ofrecernos, en
compensación, un préstamo de hasta cien mil millones de euros. Vean la sutileza
de la jugada de Rajoy, pues ni en ese momento les ha dado el sí; antes bien, ha
delegado en su ministro de economía para tal menester y así no podrán nunca tacharle
de pedigüeño y menos de aprovechado. ¿Se dan cuenta de lo que puede hacer un
gallego cuando está en vena? Nadie podrá hablar de rescate.
Como
contrapartida, para no dejarles con el culo al aire –hay que dejar una
salida digna al adversario- permitirá una entrada discreta de los hombres de
negro siempre que vengan vestidos de gris, para que vigilen por encima a las
entidades financieras destinatarias del préstamo, se aseguren de que el
gobierno central controla el déficit de las comunidades autónomas, para
entendernos, los recortes en sanidad y educación, se actualice –no vamos a
decir, se acelere- la entrada en vigor de la ley que retrasa las jubilaciones y
se aseguren de que se pone en marcha un aumento en los gravámenes de la
tributación indirecta, lo que antes se llamaba el IVA.
Y
hecho esto, a Danzig –donde empezaron las manifestaciones del sindicato Solidarnosc-
para ver el partido de la roja.
¡Con un par!
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