sábado, 20 de julio de 2019

Un día de playa








Un día de playa puede llegar a ser una experiencia enriquecedora. Y si vas, como es habitual hoy en día, armado con el móvil, puedes llegar a obtener imágenes como la que ilustra este comentario. Aunque, no crean ustedes, hace tan solo unas horas he escuchado en la radio que un señor turco que perdió una pierna a consecuencia de un disparo, había demandado al hospital donde se supone que el apéndice había quedado en aquella aciaga jornada, por el uso indebido de la imagen del mismo sin su autorización expresa. Esperemos que en esta ocasión no pase nada parecido.






Lo cierto es que mi mujer tomó esta instantánea, y al igual que los demás que estábamos con ella, nadie se había percibido de quién podía ser su propietario, o propietaria. Y a la vuelta del chiringuito ya no había ningún rastro. Aseguro, por si acaso, que de haberlo sabido no hubiéramos sacado la foto, ni mucho menos la publicaría yo en este medio de tan gran audiencia que están ustedes leyendo ahora.
Era lo que se puede ver: una prótesis derecha calzada con una zapatilla que podía ser playera, a juzgar por lo que parece ser una suela de esparto, cubierta con una media color carne, y en lo que no se ve de su, digamos, anatomía, lo que puede ser una especie de bata o vestido a rayas blancas y azules, y encima, quizás, una camiseta verde; en resumen, me inclino a pensar que su dueño es del género femenino. Se pueden ver a su lado unas chanclas de playa, quizás de un acompañante, y parte de una toalla playera.
Esto es lo que se ve, otra cosa es lo que sugiere. Afortunadamente, hoy en día personas con impedimentos físicos importantes pueden tomar el baño al que tienen derecho, e incluso en playas urbanas, hay un servicio de ayuda para ese menester.
Sobre el negro de la roca, destaca la prótesis, mudo testigo de alguien ausente. Al fondo se ve, puesto a secar un bañador.
El niño nos entrega dos realidades: una, un pasillo invisible por el que deambula, que no habríamos descubierto sin él, y otra, la pujante realidad de la vida misma. Su andar decidido, lleno de vida y fuerza, que le hace permanecer ausente de lo que descansa a su lado, contrasta radicalmente con el trozo inerte dejado en la roca. Ese es el valor de la foto, eso es lo que me ha movido a traerla a estas páginas. El ojo de la fotógrafa nos muestra la vida misma, su fragilidad y su fortaleza entre la rudeza evidente de la roca. 
En un solo clic.



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