Un
día de playa puede llegar a ser una experiencia enriquecedora. Y si
vas, como es habitual hoy en día, armado con el móvil, puedes
llegar a obtener imágenes
como la que ilustra este comentario. Aunque, no crean ustedes, hace
tan solo unas horas he escuchado en la radio que un señor turco que
perdió una pierna a consecuencia de un disparo, había demandado al
hospital donde se supone que el apéndice había quedado en aquella
aciaga jornada, por el uso indebido de la imagen del mismo sin su
autorización expresa. Esperemos que en esta ocasión no pase nada
parecido.
Lo cierto es que mi mujer tomó esta instantánea, y al igual que los demás que estábamos con ella, nadie se había percibido de quién podía ser su propietario, o propietaria. Y a la vuelta del chiringuito ya no había ningún rastro. Aseguro, por si acaso, que de haberlo sabido no hubiéramos sacado la foto, ni mucho menos la publicaría yo en este medio de tan gran audiencia que están ustedes leyendo ahora.
Era
lo que se puede ver: una prótesis derecha calzada con una zapatilla
que podía ser playera, a juzgar por lo que parece ser una suela de
esparto, cubierta con una media color carne, y en lo que no se ve de
su, digamos, anatomía, lo que puede ser una especie de bata o
vestido a rayas blancas y azules, y encima, quizás, una camiseta
verde; en resumen, me inclino a pensar que su dueño es del género
femenino. Se pueden ver a su lado unas chanclas de playa, quizás de
un acompañante, y parte de una toalla playera.
Esto
es lo que se ve, otra cosa es lo que sugiere. Afortunadamente, hoy en
día personas con impedimentos físicos importantes pueden tomar el
baño al que tienen derecho, e incluso en playas urbanas, hay un
servicio de ayuda para ese menester.
Sobre
el negro de la roca, destaca la prótesis, mudo testigo de alguien
ausente. Al fondo se ve, puesto a secar un bañador.
El
niño nos entrega dos realidades: una, un pasillo invisible por el
que deambula, que no habríamos descubierto sin él, y otra, la
pujante realidad de la vida misma. Su andar decidido, lleno de vida y
fuerza, que le hace permanecer ausente de lo que descansa a su lado,
contrasta radicalmente con el trozo inerte dejado en la roca. Ese es
el valor de la foto, eso es lo que me ha movido a traerla a estas
páginas. El ojo de la fotógrafa nos muestra la vida misma, su
fragilidad y su fortaleza entre la rudeza evidente de la roca.
En un solo clic.
En un solo clic.
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