sábado, 10 de agosto de 2019

El bello Pedro










La noche de las elecciones del 28 de abril, conocidos los resultados, la celebración de los seguidores socialistas bajo el balcón de Ferraz coreando “Con Ciudadanos no, con Ciudadanos no”, podía aventurar un gobierno de coalición entre Psoe y Podemos; un par de días después, dejé escrito en un chat de WhatsApp: ya veremos, pero me parece que Pedro va a tratar de que Pablo Iglesias se cueza en su propio jugo.
Después, enseguida, apareció en todos los medios la afirmación de que la formación del nuevo gobierno no se llevaría a cabo hasta después de las elecciones locales y autonómicas del 26 de mayo, y la cristalización de los consabidos pactos para ayuntamientos y autonomías. Hasta después de esos pactos no se hablará del pacto de gobierno, se repitió como un mantra que acabó adquiriendo visos de realidad, hasta convertirse en la verdad revelada.
¿Por qué? ¿Es que, acaso, unos pactos y otros se podían llevar a cabo entre actores diferentes? Obviamente, la respuesta es no. Exceptuando el caso catalán -que tampoco- por la demasía de partidos, lo normal es que el pacto en ayuntamientos, autonomías y en el congreso se llevara a cabo entre fuerzas de la derecha, por un lado, y progresistas, por el otro.
De modo que fue pasando el mes de mayo, el de junio, y gran parte del de julio. Los pactos de la derecha se confirmaron, e incluso Ciudadanos hubo de firmar con Vox, aunque fuera a escondidas, como si los demás fuéramos tontos. Que también.
Pedro Sánchez tuvo diversos quehaceres allende las fronteras, que hicieron más relevante su valía de hombre de Estado, su talla política y, ¿por qué no?, su peso político entre tantos líderes aquí y allá. Además, está claro, no tenía tiempo de sentarse a discutir con un tipo como Pablo Iglesias. Y el tiempo fue pasando.
Habrá quien piense que realmente estaba atareado con esos menesteres, otros que opinen que, puesto a elegir, se estaba mejor con esa gente europea, mostrándonos cómo se entiende con ellos. Llegó el momento de sentarse y empezaron a aparecer otros conceptos, como gobierno de colaboración, y enseguida, la propia presencia de Iglesias en el gobierno, que desdibuja el nivel del mismo.
Con el paso a un lado del coletas, eliminada esa molesta presencia, se empezó a hablar de ministerios...bueno eso es todo tan reciente que no merece la pena repetirlo.
En definitiva, Pedro estaba cociendo a Pablo en su propio jugo.
Hay varias explicaciones, que si manejan encuestas que dan la victoria al Psoe y hunden hasta el ahogamiento a Podemos, que si en el grupo parlamentario socialista queda un fuerte reducto de los diputados que se abstuvieron ante Rajoy para que este gobernara, que si Pedro tiene en su estratega político ciega confianza… Quién sabe!
Lo cierto es que en 2016 mientras negociaba con Podemos ya tenía en la recámara un acuerdo con Ciudadanos que hizo que Podemos se viera burlado y se precipitaran los acontecimientos, quedando para la historia la verdad absoluta de que Podemos la cagó totalmente, dicho en términos que ustedes disculparán en un blog de esta categoría. Y en esta ocasión, mientras negociaban con Podemos pedían hasta la extenuación la abstención de Ciudadanos y PP. Mas de lo mismo.
En definitiva, la estrategia seguida por el bello Pedro queda clara como la luz de un día de verano. Ha tratado de retrasar la negociación hasta llevarla por la premura de tiempo a una velocidad tal que le permitiera manejar los tiempos a su antojo, salirse con la suya y hacer aparecer a Podemos por segunda vez como el partido inexperto, violento y radical que nos lleva de nuevo a otra cita electoral. Ya tenemos culpable, ya lo ha cocido en su propio jugo; ahora no le queda otra que comérselo tranquilamente.
Y septiembre será una copia de julio. Hay apuestas?



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