lunes, 4 de noviembre de 2019

El dedo y la luna (y dos)




El gran valor que atesora Greta es su capacidad de cohesionar multitudes, de arrastrar masas de personas en cualquier latitud, de representar a millones de personas de todas las nacionalidades, de todas las edades y de todos los credos políticos. Y de hablar claro, como cuando ante un auditorio como el de la ONU el mes pasado, les dijo aquello de que ustedes nos están robando nuestro futuro. Precisamente a los representantes políticos encargados, entre otras cosas, de pergeñar un mundo mejor lo cual pasa por aplicar políticas de descarbonización, que es algo más que decirlo, es ponerlo en práctica, diseñar políticas, aportar recursos económicos, controlar todos los procesos, etc.
Según parece el ecosistema del Mar Menor ha colapsado, en parte debido a los deshechos de la huerta circundante con una sobre explotación que convertía el agua de regadío utilizada en vertidos que han envenenado el agua de dicho mar. Esto no se consigue en unos días o en unos meses, es una labor de años de la que los habitantes de Murcia parecen no haberse enterado; ¿qué digo? Acaban de enterarse, al menos 80.000 de ellos si hacemos caso a las cifras de la última manifestación. Ahora que el mal está hecho, ¿quien pagará los platos rotos?
Cada país tiene sus propios problemas, sean leves, graves, de difícil solución, o de los que precisan una intervención internacional bien intencionada y consensuada. También hay problemas regionales, como pueden ser los del Oriente Medio, o continentales, si consideramos África en su conjunto.
Pero los problemas mundiales nos afectan a todos, seamos de un país pobre o rico, estemos en el continente que estemos, o en una isla cualquiera, grande o chica. Que por cierto, algunas han comenzado ya a perder territorio.
Sí, estamos hablando del cambio climático. El periódico inglés The Guardian cambió hace unos meses en su manual de estilo esa expresión por la mucho más gráfica de crisis climática. Con ese cambio quería comunicar a sus lectores precisamente que no estamos ya ante un cambio de clima, sino ante una crisis del clima. Y una crisis es algo que reclama que lo que tengamos que hacer para enfrentarnos a ella no lo posterguemos más tiempo.
Todos conocemos a estas alturas a esa chica sueca, poco más que una niña, llamada Greta Thunberg, que ha protagonizado titulares de prensa con su paciente protesta en la defensa de nuestro planeta.
También nos hemos acostumbrado a ver en la televisión las manifestaciones de los estudiantes de todas las edades los viernes; el 22 de abril de cada año será siempre el Día Mundial del Planeta, buscando recordar y concienciar a todas las personas que no tenemos más planeta que éste y que está seriamente amenazado.
Han pasado los tiempos de Al Gore, recuerden, aquél que fue vicepresidente con Clinton y perdió la presidencia ante Bush por un puñado de votos en Florida, casualmente donde era gobernador el hermanito de su contrincante. Creo que fue el primer político de peso denunciando denodadamente ante aquellos que tenían intereses en que esas cuestiones no progresaran.
Y esperemos que hayan pasado ya los tiempos en los que los ecologistas eran vistos poco menos que como unos chalados y algo frikis, aparte de gente molesta que se metía en todo y ponía palos en las ruedas. En un país como el nuestro, con miles de millones invertidos y otros tantos alegremente gastados en infraestructuras y construcciones, los ecologistas no gozaban de mucho aprecio.
Entre los días 2 y 13 de diciembre Madrid va a albergar la Cumbre del Clima que estaba prevista en Santiago de Chile. Greta Thunberg ha anunciado su presencia entre nosotros, pero ha de cruzar el Atlántico y no quiere hacerlo en avión, consecuente con su personal lucha contra la contaminación de ese medio de transporte. La ministra de Transición Ecológica se ha aprestado a ayudarla en ese envite, veamos si lo consigue.
Las malas lenguas dicen que el alcalde Almeida va a restaurar la obra que su antecesora Carmena realizó en los últimos días de su mandato para que los miles de visitantes vean con sus propios ojos cómo Madrid se preocupa por reducir la contaminación en el centro y, así, recibir los parabienes de los 25,000 delegados a la cumbre.
Y las mismas malas lenguas añaden que a partir del día 14 de diciembre todo volverá a ser como es hoy. Lo dicho, fijémonos en lo importante, dejemos el dedo, pasemos a la luna.



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