El
pasado 13 de octubre, XL Semanal, la revista del grupo Vocento –
ABC, La Razón, El Correo, El Diario Vasco, El Diario Montañés, El
Comercio, y un largo etcétera- ofreció una extensa entrevista a
Juan Ignacio Sánchez Galán, presidente ejecutivo de Iberdrola
desde hace ya 11 largos años. No es habitual que una revista de este
tipo haga esa clase de entrevistas, pero, a fuer de sinceros, tampoco
es habitual que un ejecutivo español (el más veterano en Europa en
el mismo cargo) sea invitado a pronunciar unas palabras ante la
Asamblea General de la ONU. Por todo lo anterior, no es fácil saber
si esta clase de entrevistas se deben al deseo de informar, están
promocionando la imagen del entrevistado y la empresa que preside, o
bien, a demanda de éste, preparan una defensa para lo que se presume
pueda ser una larga etapa de noticias, artículos y comentarios no
demasiado beneficiosa para ambos. Si partimos del hecho que hay
alguien que escribe los discursos del Rey (por ejemplo) no tiene nada
de extraño que haya quien se ocupe de contestar a las preguntas –
por escrito, claro- de un periodista, o simplemente, entregar a éste
las preguntas y respuestas, e incluso algunos datos personales del
supuesto entrevistado para adornar el panfleto; es cuestión
solamente de tener entidad suficiente como para disponer de un buen
equipo de comunicación e imagen.
Porque
resulta obvio que la entrevista referida resulta claramente
laudatoria para el entrevistado, hasta el punto de que contiene, en
la parte de las respuestas, frases que solo pueden ser ciertas si se
dicen, y no cuando se escriben (así se da más sensación de
realismo), y queda clarísimo para el lector que estamos ante un
hombre especial, de los que caben pocos en la docena, con una visión
de futuro sorprendente, una capacidad de gestión fuera de lo común,
y una comprensión global de la vida y de la empresa, en las que la
ética empresarial, la satisfacción de los accionistas, de los
clientes, y de los trabajadores nunca van a conculcar los intereses
de la sociedad en la que vivimos, y que sus propios resultados
finalmente logran un maridaje perfecto entre todos esos objetivos
resumidos en una exquisita responsabilidad social corporativa. Es
decir, no tiene nada de extraño que Juan Ignacio Sánchez Galán sea
en Europa el CEO más veterano entre los de las grandes empresas:
vamos, que no lo hay mejor.
Florentino
Pérez (otro con fama de buitre), presidente de la constructora ACS y
del Real Madrid, entre otras empresas, apeteció en su día lograr un
buen paquete de acciones de Iberdrola: y lo consiguió, el dinero no
iba a ser la dificultad. Comprando y comprando llegó al 20% del
capital de la eléctrica, y quiso, como es natural, acceder a un
puesto en el Consejo de Administración, primer paso de otro objetivo
que él solo sabrá. Nuestro Galán se vio amenazado por un
accionista tan peligroso y se negó en rotundo. Argumentó, que yo
sepa, que Florentino era ya accionista de otra eléctrica, y aunque
lo que yo recuerdo de derecho mercantil defiende la intención del
accionista entrante y no entra en otras valoraciones, Florentino no
lo consiguió; había pinchado en hueso y se vio obligado a vender su
paquete de acciones, se dice que con pérdidas.
A
pesar de lo modélica (¿) que fue la transición española, ni los
hombres ni las ideas del antiguo régimen habían desaparecido de la
escala de mando, y los que entraron en la policía, en gran parte,
comulgaban con los anteriores. No tiene nada de extraño que personas
como el archifamoso comisario Villarejo, con otros, pudiera montar
una empresa, al margen de su dedicación oficial, pero aprovechando
esta para dar “servicio” a las gentes necesitadas. Entre éstas,
podemos citar, por ser de rabiosa actualidad, al BBVA, donde su ex
presidente se enfrenta en un juicio por contratar esos servicios para
vigilar, encontrar algún trapo sucio, y enfrentar así la escalada
de cierto candidato a hacerse con su puesto. Curiosamente, algo muy
parecido a lo del caso que nos ocupa, este de Iberdrola y su galán.
¡Viva
la libertad de mercado!
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