viernes, 10 de enero de 2020

El caso Dreyfus





Hoy les recomiendo que vean la última película de Roman Polanski, el conocido director polaco (nacido en París), judío, y lamentablemente conocido también por, digamos, una vida muy azarosa.
La película en cuestión lleva el título de El oficial y el espía, y narra con absoluta fidelidad – en palabras de Polanski- el famoso Caso Dreyfus. El capitán del ejército francés Alfred Dreyfus, judío de Alsacia, se convirtió en chivo expiatorio de intereses políticos y militares franceses en un tiempo en el que la República aún no había digerido la derrota de 1870, y el antisemitismo en Francia y en toda Europa vivía uno de sus momentos álgidos.
Un perversa investigación de los servicios de documentación del ejército francés concluyó en una condena, predeterminada, que llevó al capitán Dreyfus a ser desposeído de sus galones y conducido a un islote-cárcel en la Guayana francesa donde habría de pasar el resto de sus días por traición a la patria. Ni que decir tiene que el juicio farsa conculcó la presunción de inocencia, aceptó falsas pruebas y pasó por encima de las salvaguardas jurídicas de los procedimientos judiciales; se buscaba un culpable de suministrar informes militares secretos al enemigo alemán y el capitán alsaciano pasaba por allí en ese momento.
La película continúa mostrando cómo el comandante Picquart, que había participado en el juicio, ascendido a coronel, y nombrado jefe de los mismos servicios de inteligencia, encontró ciertas pruebas y fue tomando conciencia de la farsa, hasta convertirse en firme defensor de Dreyfus y conseguir, con su perseverancia y la ayuda de otras personalidades, como el gran novelista francés Émile Zola, que redactó su famoso Yo acuso en defensa del reo, la revisión del caso. Pero ambos, Zola y Picquart, fueron también condenados. Por no hacer más largo el relato de los hechos, concluyamos que, finalmente, lo que había comenzado en el otoño de 1894 fue concluido en 1899, pero no fue hasta 1906 cuando Dreyfus fue reintegrado parcialmente en el ejército, con el grado de comandante. Después participó en la Primera Guerra Mundial, alcanzó el grado de coronel y murió en 1935.
En la película hay varios puntos que quedan meridianamente claros. Uno de ellos es que el deseo y el empeño puesto en encontrar un culpable ante lo que aparecía como una traición encontró su concreción al poder escoger, entre los posibles sospechosos, a un oficial judío. Qué mejor que colgarle el sambenito y zanjar rápidamente un caso que demostrara la eficaz actuación de la justicia militar. Fue inmediatamente comprado por toda la opinión pública, especialmente, la antisemita.
La revisión de los hechos que efectuó Picquart, fue en principio radicalmente negada, como convenía a todos los implicados, en primer lugar el ejército francés. Las artimañas legales impuestas a lo largo de los procesos judiciales no tuvieron otra finalidad que negar la evidencia, y cuando esto ya no fue posible, tratar de salvar la imparcialidad de los jueces, especialmente los jueces militares. Al final, y este es otro de los aspectos, se trató de liberar al inculpado, pero sin castigar a los verdaderos culpables ni socavar el prestigio militar. Los llamados valores superiores estuvieron siempre por encima de la justicia, y se impuso un reconocimiento de la victima que no fuera completo, como el hecho de no reconocerle los cinco años de encarcelamiento en la más absoluta soledad y en las peores condiciones físicas y psíquicas, y que no le contaran en su carrera profesional, impidiéndole de hecho alcanzar el generalato. Incluso cuando Picquart fue nombrado ministro, éste, que había luchado por esclarecer el caso a costa de problemas legales y personales, le negó el reconocimiento de aquellos infames cinco años, apelando a los problemas políticos que acarrearía tal decisión por las complicaciones que podrían generar.
Claro que todo esto ocurrió hace más de cien años, y ahora estamos empezando el tercer decenio del siglo XXI; aquello ocurrió a caballo de los siglos XIX y XX, es decir, en otro mundo. Pero indefectiblemente, cuando uno se levanta de la butaca tras las dos horas largas de película, no puede dejar de pensar que en esta España de hoy han ocurrido y siguen ocurriendo casos que dejarían pequeño a este famoso Caso Dreyfus.
Vean la película, merece la pena y saquen sus propias conclusiones.

1 comentario:

  1. No he visto aún la película, aunque conozco lo historia y se lo he contado a mis alumnos en clase de Hª Contemporánea. La veré y repasaré aquella situación.
    Pero tienes razón en el paralelismo, corregido y aumentado, en nuestra historia actual. Yo siempre he dicho que la historia se repite cíclicamente, aunque algunos historiadores lo nieguen.
    Si la gente supiese más historia, primero, entenderían que es lo que pasa y lo que puede pasar y segundo, seguramente se evitarían situaciones que se producen y que encima les sorprenden...

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