viernes, 3 de enero de 2020

Nuevo gobierno





Aunque parezca mentira, el próximo martes, 7 de enero, nos encontraremos con un regalo de los Reyes Magos, aunque haya mayoría de republicanos por medio; tendremos un gobierno de izquierdas sin que este adjetivo sea el único que se le ponga por parte de unos y otros.
Se ha dicho mucho de este próximo gobierno, se está diciendo más, y se seguirá hablando muchísimo más aún, si es que ello es posible. Por esto mismo, vamos a tratar de recordar ciertos aspectos que, seguro, serán los menos aludidos.

Uno. Deja una – profunda (?)- división en Cataluña, donde la derecha y la extrema izquierda nacionalistas se quedan aisladas, sin compañía en el centro izquierda. La derecha nacionalista (Junts per Catalunya) amenaza con adelantar las elecciones autonómicas, lo cual posiblemente le lleve a una bajada en apoyos; normalmente, siempre ganan los que optan por salidas constructivas, léase Esquerra Republicana de Catalunya, que puede ganar por esta vía el gobierno en aquella comunidad.

Dos. Igualmente, la derecha españolista crecerá en apoyos ante la hecatombe que los partidos de la derecha nacional van a anticipar. Pero estará por ver si vuelven a las posiciones que tenían hace un par de comicios, cosa que aventuro será difícil.

Tres. Queda muy claro que para los partidos de la derecha española, el concepto “España” hace referencia, exclusivamente, a la concreción geográfica de sus propias ideas, esa suma de ideas sociales, políticas, religiosas y hasta sexuales, caducas en su mayor parte, que se concretan en ese vocablo que tanto dicen amar; los españoles no importan o les importan menos, lo que les importa es España.

Cuatro. Un caso curioso que enlaza con el anterior es el de Revilla, presidente de la autonomía montañesa: Gobierna con el apoyo del Psoe, tan a gusto como antes lo hizo con el del PP, pero como no le gusta lo de la mesa maldita, anuncia su voto en contra; cuando el Psoe cántabro le dice que puede retirarle su apoyo a la presidencia, dice que no, que son cosas diferentes.

Cinco. La derecha española no quiere ni oír hablar de negociaciones con Cataluña; no tiene ningún proyecto político que persiga bajar la temperatura entre ambas partes, fuera de la aplicación del articulo 155, o si es preciso enviar los tanques. ¿Cómo piensan mejorar esta situación? Vale que políticamente les venga bien, pues mientras se hable de Cataluña no se hablará de lo que de verdad interesa a los españoles, pero, ¿tiene alguna idea para que este conflicto amaine? ¿No hemos aprendido nada con el caso vasco?

Seis. Todos los nacionalistas hablan de la autodeterminación de los pueblos, sin reconocer que esto fue un proceso de la época de la descolonización. Y no siempre bien llevado, por cierto. Y los nacionalistas de derechas se aferran a esta historia para afirmar que la autodeterminación no es posible. Y tienen razón, e incluso los más inteligentes lo saben, y los otros les bailan el agua. Pero, ¿hubo una llamada a la autodeterminación en el referéndum escocés o en el caso canadiense? ¿No hubo un referéndum en Euskadi para votar o no, el Estatuto de Guernica? ¿Dónde está Euskadi hoy en día?

Siete. Para terminar, ¿sacan el Gobierno y el Tribunal Supremo españoles alguna conclusión de los continuos varapalos que la justicia europea les está propinando? O es que estos europeos son también comunistas bolivarianos, filoetarras e independentistas? ¿O son del contubernio de Munich?

En fin, se podrían encontrar unos cuantos puntos más, y asimismo ustedes podrían, ahora mismo, citar algunos de ellos. Pero siempre viene bien recordar la composición política de los diferentes parlamentos. Por ejemplo, el catalán y el vasco, vacíos ambos de representantes de esa derecha española arcaica y casposa. Y lo único seguro es que en el nuevo período legislativo asistiremos por su parte a una continuada acción de reprobar las medidas que la nueva mayoría lleve al Congreso, llevarlas como inconstitucionales al tribunal consiguiente, en el cual se han encargado de mantener la mayoría de magistrados y tratar así de invalidar el voto de los españoles en las urnas. Y después se quejarán de que el gobierno haga su labor a golpe de decreto ley.

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