martes, 10 de octubre de 2023

Eretz Israel




Lo que ahora llamamos Oriente Medio es para los historiadores el Fértil Creciente en una etapa de aquellos tiempos en los que esa zona del Asia próxima asistió a la aparición y el desarrollo de la agricultura, el nacimiento de los primeros asentamientos humanos y con ello, unas sociedades primitivas que son consideradas como las primeras culturas; algo parecido vino a ocurrir en zonas de la actual China y de la península indostánica. Esas sociedades primitivas organizaron su vida en esa tierra que hoy pertenece a los actuales Egipto, Gaza, Israel, Líbano, Siria, Turquía, Irak e Irán, fundamentalmente. En aquella época nosotros vivíamos en cuevas, por decirlo de una forma simple.


La organización de los asentamientos, el almacenaje de las semillas, la cosecha subsiguiente y su reparto, no eran tarea fácil y esas sociedades hubieron de organizarse, digamos, a la fuerza. Esos primeros organizadores pronto devinieron reyes, e inmediatamente, hijos de los dioses y, por supuesto, dioses ellos mismos. Así nacieron, dicho de una manera burda, las religiones monoteístas, la judía y la cristiana; la mahometana se desarrolló un poco más tarde. Pero debemos tener claro, como hemos comentado ya en estas páginas, el gran parecido entre las tres, conocidas a su vez como las religiones del libro; ambas tres tienen un único Dios, profeta o profetas y reclaman para sí la única verdad. Esto ha llevado a las luchas religiosas desde el principio, lucha que no ha acabado. Por eso John Banville nos recuerda que las religiones “han hecho mucho más daño a la humanidad que el ateísmo”, que “judíos, cristianos y musulmanes inventaron a ese dios loco que desde el cielo nos dice que nos destruirá para siempre si no le queremos lo suficiente y no nos sometemos a sus reglas”.


Los noticiarios nos despertaron el pasado sábado con que “los terroristas de Hamás” asesinaron a judíos, pero no dijeron que el ejército y el estado “terrorista” de Israel prometía acabar con los habitantes de la franja de Gaza, que es el último pedazo de tierra que les queda a los palestinos tras decenios de guerras y muertes a manos de ese ejército judío.


El ataque de las milicias de Hamás matando, hiriendo y haciendo prisioneros a cuantos individuos encontraban a su paso, no puede ser calificado sino de terrorismo puro y duro: en eso debemos estar de acuerdo para, al minuto siguiente, condenar con la misma fuerza los cientos de miles de asesinatos cometidos por Israel fuera de la zona que le fue asignada en 1948, en un proceso continuado de ocupaciones ilegales de tierras (las tierras ocupadas), hasta confinar en un estrecho territorio a las poblaciones palestinas que han sobrevivido.


Esta es la realidad y cualquier juicio sobre los hechos debe hacerse teniendo en cuenta esa gran verdad. 

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