martes, 24 de octubre de 2023

Premios de princesa





 

Como telespectadores españoles hemos visto pasar por nuestra pantalla el infinito caudal de cultura de los Premios Princesa de Asturias. Ahora se llaman así por la sencilla razón de que tenemos una Princesa; hasta hace poco era una Infanta. No recuerdo como se llamaban cuando el actual monarca no era más que un niño, lo mismo no existían. Así que hemos de reconocer lo antes posible que ha sido una gran idea bautizarlos así. El Principado de Asturias no es otra cosa que el título que se otorga a aquél o aquella que va a heredar la corona. Asturias misma se llama así, el Principado, les guste a los asturianos o no, eso no se discute; ya pasaron los años de la revolución de octubre de 1934. España es Asturias y lo demás, tierra conquistada, ya saben. Y en la actual Princesa de Asturias confluye su condición de heredera de la corona con la de ser hija de una asturiana. Tiene una virtud y es que ha heredado también la nobleza de su padre y la belleza de su madre. ¿Qué otra cosa precisa? Su inteligencia ha quedado sobradamente demostrada: en menos de la mitad del tiempo que tardaría cualquiera de sus coetáneos, ella ha estudiado y superado varias carreras, en distintas especialidades. Vamos en la décima parte del tiempo que tardaría cualquier otro español.


Por eso nada tiene de particular que entregue el premio que lleva su nombre a ciudadanos que han empleado una gran parte de su vida en dominar la escena, en alcanzar la consideración de ser un gran novelista, en descubrir remedios contra la covid, y cosas parecidas; hasta en correr cuarenta y dos kilómetros en poco más de dos horas, pongo por caso. Es decir, personas, que a nivel mundial, han descollado en sus respectivos oficios. Personas que destacan por su inteligencia, por su perseverancia en el estudio y en el trabajo, por su actitud ante la vida, personas que han alcanzado lo que era su aspiración … ahora una niña de dieciocho años, guapita eso sí, les lee un discurso que atienden con educación, como es de esperar, ante una salva de aplausos que no sabemos si van dirigidos a ellos, individual o conjuntamente, o a la niña que les lee.


Y nosotros tenemos que aguantar a unos locutores encabezados por un tal Alejandro Riego, cuyo apellido casualmente parece tener un origen asturiano, responsable de prensa de la Casa Real; no saldrá una imagen ni una palabra si no han pasado previamente por el tamiz de esa institución. Se puede insultar al presidente del gobierno que ha sido elegido democráticamente, como decíamos el otro día, lo de la casa real es otra cosa. Que por supuesto pagamos los plebeyos, que para eso estamos.







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