Como
seguramente recordarán ustedes, no hace tanto tiempo que Londres se negó en
redondo a la extradición de Pinochet, de infausta memoria. Entonces el
demandante fue el juez Garzón, en nombre de la Audiencia Nacional española.
La
justicia británica desplegó todas sus artes en defensa de aquél personaje que,
para muchos, no merecía morir en la cama como cualquier ciudadano honrado.
Ahora
–curiosidades de la vida-, el mismo juez defiende la no extradición del creador
de Wikileaks, a la que Londres parece proclive. En medio se encuentra Suecia,
país poco sospechoso de dobleces diplomáticas; unas ciudadanas de ese país han
acusado a Julian Assange de violación. Y entretanto, Washington afirma no tener
intenciones de ser la última etapa del posible viaje del australiano.
Hubo
un tiempo, y parece que ya ha pasado, en que funcionaban el asilo político y la
presunción de inocencia, en defensa de la libertad de las personas.
Imposible
aventurar cómo acabará este caso, pero la Gran Bretaña tiene tras de sí una
acreditada postura de supeditación incondicional a los deseos de su ex colonia,
hasta convertirse en el mamporrero oficial de la política americana. Por si
acaso, he querido curarme en salud ante estas pérdidas de libertad a las que los anglosajones nos tienen tan
acostumbrados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario