lunes, 10 de septiembre de 2012

La cólera de Dios





Fue primero Ramón J. Sender, en 1968, quién se ocupó de aquél hijo de Oñate, rengo y de mal carácter. En su La aventura equinoccial de Lope de Aguirre podemos seguirle, desde el golpe de mano contra Ursúa, hasta la consumación de su delirio y su muerte a manos de sus hombres; el trayecto vital de una ambición despiadada y, en cierta medida, el anticipo en casi doscientos años de lo que harían los libertadores hispanoamericanos.
Después, en 1972, Werner Herzog retomó el personaje, poniéndole el rostro de Klaus Kinski: su película se tituló Aguirre, la cólera de Dios. Recomiendo ambas dos, la película y la novela.
Viene esto a cuento –como algunos de ustedes ya habrán adivinado- a propósito de ese movimiento, incipiente pero firme, que se viene observando entre las familias políticas de la derecha española. Ese conglomerado que se ha mantenido bien cementado, desde el centro derecha hasta la extrema derecha españolas, puede estar en vías de disgregarse, a semejanza de lo que ocurre entre los progresistas de este país.
Esa mujer de sempiterna mueca, tan difícil de definir como la de la Gioconda  –aunque a algunos les parezca una sonrisa- puede convertirse en el recambio de ese otro personaje gris, blando y falsario al que tenemos por presidente. De momento, se ha limitado a sugerir la implantación de la pena de muerte para los arquitectos, dado que su obra les perdura. ¿No se le habrá ocurrido considerar que, a veces, también, los políticos duran menos que sus actos?

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