Está
demostrado, no hay como morirse para que hablen de uno. Y normalmente, para que
lo hagan bien. Si además, se tiene una biografía impoluta, se ha llegado a la
más alta magistratura, se ha recibido el Nobel…; no hace falta más. Y es que se
queda muy bien, hasta diría que se adquiere una pátina de inteligencia y de
buen carácter.
Estos
días hemos oído a miles comentar lo grande que ha sido Mandela; muchos hasta le
han citado como Madiga, como hijos respetuosos. La mayor parte de ellos no
tenían más que una somera idea de quién era; para otros, poco más que un P.N.
(puto negro), pero ¡qué bien se queda haciendo loas del fallecido!
Mañana
es el funeral. A un ministro checo se le ha escapado la queja por tener que
desplazarse hasta Sudáfrica; recuerdo a Rajoy, que también irá, cuando dijo
“menudo coñazo” por la asistencia a un acto institucional. Pero allí estarán
todos, con rostros compungidos, pensando cada uno en la manera de joder al
prójimo en el siguiente movimiento.
Y lo
peor, es que el bueno de Mandela no se merecía tener que soportar a tanto
falsario hasta después de muerto. Por eso creo que es mejor rendir los
homenajes en vida, antes de que estos grandes hombres mueran. Y quiero,
mediante estas breves líneas, invitarles a hacerlo.
¿A
quién? Me preguntarán ustedes. Estoy seguro de que cada uno tendrá más de un
candidato, a cada cual más acertado, pero, por si cuela, quiero darles el mío.
Un hombre sencillo, presidente de la república en su pequeño país, que predica
con el ejemplo y al que no se le conoce trampa ni cartón. Les invito a que lean
y se informen sobre Pepe Mujica –hay multitud de vídeos en internet- y le
dediquen por lo menos unos minutos, ahora que aún vive, ahora que aún está en
el cargo. Verán que es un hombre honrado y comprometido, leal a sí mismo y a
sus principios –que no tienen por qué coincidir con los suyos- y que es posible
llevar hasta el final una vida coherente y consecuente.
Analizar
su personalidad es un gesto de justicia con los pocos que son así, incluido Nelson
Mandela.
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