martes, 19 de julio de 2011

De festivales



              Como de las bicicletas, digamos de los festivales que son para el verano. Viene esto a cuento del llamado Festival Internacional de Benicasim, o FIB, para entendernos. 
         Un festival de una importancia tal que yo situaría por encima del de Santander, Perelada, Granada, Quincena donostiarra o el mismísimo Salzburgo; dónde vamos a ir a parar. Porque ninguno de los citados, u otros veinte que puedan añadir ustedes, recibe la visita de doscientos mil veinteañeros ni la atención diaria de los medios de comunicación, aquí incluidos los que pagamos entre todos.
            Por eso quiero yo contribuir a estos merecidos homenajes, ofreciéndoles a ustedes esto que escribí el año pasado, a propósito de esa otra gloria de la música y las artes escénicas, llamado Rock in Río, escrito justo después del mal comienzo que tuvimos ante Suiza en los mundiales de Sudáfrica, y que publiqué en el nº de julio del 2010 en Euroequipos.
                ¿Quién dijo aquello de pan y toros?






ROCK´N RÍO




                             


                              Estoy escribiendo estas líneas, improbables lectores, abrumado aún por la derrota de esta tarde ante Suiza. Cuando este comentario vea la luz hasta es posible que hayamos ganado el mundial, nuestros sufridos futbolistas se hayan embolsado seiscientos mil euracos del ala y, para mayor escarnio, la entrega del trofeo la haya presidido una alta autoridad del Estado y ustedes ya no se acuerden de nada. Pero de momento el euro ha sufrido un descenso en su cotización con el franco suizo e ingentes sumas de dinero,-de esas que nos resulta imposible visualizar-, procedentes de nuestro país seguirán buscando refugio en la Confederación Helvética. Que dicen los economistas que lo uno es consecuencia de lo otro, no sé en qué orden. De entrada, la derrota nos vuelve a situar en el mismo punto donde solíamos estar: no pasaremos de cuartos. Y tenemos que aprender mucho de los suizos; son muy estrictos con la inmigración, pero saben cómo utilizar las condiciones físicas de sus inmigrantes.
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                        Después del partido he asistido a un concierto de canción hispanoamericana y española. Un tenor y un pianista. Canciones de Guastavino, Ginastera, Ponce, Quintero, compositores de tres al cuarto, como saben ustedes, nada que ver con la maravillosa creatividad de los artistas que pude ver en Rock in Río. No sé si me vieron por la tele, pero he estado este año con  mi mujer, mis tres hijos, sus consortes y todos los nietos. Ya se sabe, la familia que va unida, permanece unida. Ha sido de ver lo que ha disfrutado la tercera generación con Hanna Montana, y sobre todo, con la Miley Cyrus. Mi nieto mayor, que es muy precoz para sus ocho años, no hacía otra cosa que acariciarse la entrepierna mientras babeaba observando como bailaba la tía. ¡Que hay que ver lo bien que canta! A mi es que me gusta muchísimo. En cambio, mi hijo prestaba más atención a Shakira, decía que prefería su pronunciación. Ellos sabrán. En cualquier caso hay que reconocer que son fuera de serie. Mi mujer me insistía en que me fijara más en los de Metallica, que son de nuestra edad, bueno un poco más mayores, pero están bien para los años que tienen. El problema será cuando casquen, que puede ser cualquier día, claro. Nadie está a salvo de estas cosas.
                        Pero bueno, a lo que iba: Rock in Río está muy bien. Es un espectáculo completo y, aparte de que deberían subvencionarlo más, debería ser aconsejable que la gente acudiera en masa. Y que dure más días, no sé, veinte, treinta días, para que todo el mundo pueda acudir a su conveniencia. El Imserso debería organizar también viajes en autobús para los de la tercera edad. Menos mal que se pasó por la segunda cadena, que para eso es la cadena cultural. Eso es lo que yo llamo utilizar con sentido común los medios públicos.
                        Lo que menos me gustó es que algunos grupos españoles no utilizaran el inglés en sus canciones. ¡Dónde va a parar!, el rock hay que cantarlo en inglés, gana mucho y al fin y al cabo, todo el mundo lo entiende. No hay más que ver como lo tararean los fans de cada uno de los grupos americanos, todos coreando la canción en inglés como dios manda.
                        Lo pasamos muy bien, con la noria gigante y todos los cachivaches para los niños. De poner algún pero, diría que encontré las actuaciones un poco bajas de vatios, no sé si los amplificadores no fallaron un poco. Y la iluminación, pues que quieren que les diga. Para mí faltó un poco más de pólvora en el escenario, dar el ambiente requerido en el momento oportuno, eso, como saben ustedes es esencial, y más en conciertos de esta categoría. Pero bueno, quedémonos con lo positivo: una ocasión única para esa comunión músico-familiar, y a los que no hayan ido que no dejen de acudir el año próximo. ¡Repetirán, se lo aseguro! ¡Ah! Y no olviden poner una batucada en su vida.


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