viernes, 5 de octubre de 2012

El gran día




El gran día, el día definitivo. La fecha más esperada. El momento en que se cumplirán nuestros sueños.
¡Cuánta belleza! ¡Qué emoción! Imaginen el recinto entero teñido con los adorados colores, decenas de miles de gargantas emitiendo el grito ritual, haciendo que una nación entera se estremezca, logrando que los recios pechos patrióticos palpiten vibrantes, henchidos de emoción; más de una lágrima desbordará los párpados más sensibles y todos a una, al viento, al viento del pueblo, entonarán la canción que es un clamor anhelante de libertad y de justicia.
Eso será el domingo día siete, a partir de las ocho de la tarde, cuando el azar federativo enfrente a los dos equipos más representativos. Yo no lo veré, no acostumbro. Y no es que no me guste el fútbol, no, lo que me pasa es que hace tiempo que estoy harto de esos dos, que acaparan titulares, dinero y fama. Prefiero ver un Mérida-Albaceteño, pongo por caso y prefiero que gane siempre el contrario en todos los partidos que aquellos diputan, los internacionales incluidos.
Y cuando juegan entre sí, lo que me pide el cuerpo es que todos sus jugadores, todas sus estrellas, resulten lesionados –sin dolor, eso sí- para un período mínimo de tres o cuatro años. A ver si con eso se logra que haya un poco de igualdad en esa liga que algunos llaman de las estrellas.
¡Ah!, se me olvidaba, ¡Aúpa el Racing!

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