La
asamblea parlamentaria de Castilla-La Mancha acaba de aprobar, con la mayoría de
que dispone el PP, que los diputados no cobren sueldo y sólo ingresen las
dietas que les correspondan por asistencia a reuniones o comisiones, más los
gastos de desplazamiento que esas actividades les ocasionen.
Esto
me recuerda los viejos tiempos porque durante el franquismo así ocurría; ya se
sabe que con Franco vivíamos mejor (sobre todo algunos). Pienso que con esto se
busca una especie de vuelta al pasado alimentada por la nostalgia de tiempos
pretéritos y trufada con modernas teorías
como las que propugnan que para qué tantos políticos, si total no hacen nada,
que sería mejor gente que entendiera de los asuntos a tratar -¿será que hay
pocos altos cargos y personal de confianza?- y que, en definitiva, por qué los
políticos tienen que ganar tanto dinero, que ganen lo que se gana en la calle,
que son todos iguales, los de un partido y el otro y que bastante
desprestigiada está ya la política para que tengamos que mantenerla.
Los
que recordamos los viejos tiempos recordamos también otras frases de aquellos
años, tan cargadas de razón como éstas de ahora, como que la política es para
los políticos, que es para los que viven de ella y que es mucho mejor no
meterse en política. La primera quería decir que la política era un coto
vedado, la segunda que a ellos les
daba dinero y la tercera, no te metas si no quieres salir con la cabeza
caliente y los pies fríos.
De
este modo, ellos gobernaban a su antojo, defendiendo sus privilegios y
pretendiendo eternizarse en sus prebendas.
La
presidenta de Castilla-La Mancha sabe bien lo que ha querido conseguir con esa
medida, ir deshaciéndose de la oposición, manejar a su antojo a su cohorte de
palmeros y tratar de gobernar como en los viejos tiempos, convirtiendo a los
ciudadanos en súbditos.
¿Será
posible que haya quién no lo entienda? Ya nos lo advirtió Miguel Hernández en
su Viento del Pueblo: …yugos os quieren poner gentes de la hierba mala…
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