miércoles, 23 de mayo de 2012

Fúrbol




Hoy, Esperanza Aguirre, se ha descolgado con que debiera suspenderse la copa de España (sic) para evitar que en su decurso se pueda silbar al Príncipe o al himno español. ¡Y no ha habido nadie que la secunde! Desde este momento, me declaro ferviente admirador de esta presidenta de heladora y virginal sonrisa.
Claro que sus declaraciones no concuerdan del todo con las imágenes de días pasados, cuando la vimos con las camisetas de los dos equipos de fútbol punteros de la capital de España. Pero, como dijo aquél, nadie es perfecto y aún no se conocía el fiasco de los datos del déficit fiscal en su autonomía.
Yo, voy más allá, y digo que se deberían suspender el final de la copa, la próxima liga y las demás competiciones futbolísticas. O, aunque parezca contradictorio, satisfacer a los que quieren –en términos futbolísticos- achicar espacios, y organizar tantas ligas como selecciones autonómicas existan. Así, la primera división de la Liga Cántabra, la formarían el Rácing, la Gimnástica, el Rayo Cantabria y el Tropezón, pongo por caso. Que la selección española no acudiera al próximo campeonato de Europa; nos ahorraríamos horas y horas de palabrería en la radio y en la televisión, y el gasto de las primas correspondientes. Cualquier cosa con tal de olvidar por una temporada esta tabarra del fútbol que obnubila las mentes y aborrega a las gentes.
El problema es que, quizás entonces, hablaríamos, por ejemplo, del último informe de la Unicef sobre la infancia en España: el veintiséis por ciento de los niños españoles –para que lo entendamos bien, unos 2.200.000 niños con nombre y apellidos- están en riesgo de caer en la pobreza. Pero oiga, ¡qué quiere que le diga!, esto no da para una conversación de taberna.

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