Nacionalizar
es un verbo que nos trae ciertos recuerdos del pasado. Se nacionalizaban las
actividades por las que el sector privado no tenía ningún interés o aquellas donde
había fracasado; después, si la cosa salía bien, se volvía a privatizar. Pero
no a cualquiera…, ya me entienden. En resumen, se socializaban las pérdidas y
se privatizaban los beneficios.
En
las nacionalizaciones a que aludíamos ayer, aparte de servir al bien común, al
Tesoro americano no le ha ido mal, en términos financieros.
Aquí,
estamos siguiendo una política de devaluación interna que ha cargado sobre
asalariados y pensionistas. La bolsa ha sufrido también una merma considerable
en sus cotizaciones, aunque no se pueda asegurar que los dividendos hayan
seguido el mismo camino y los inversores hayan sufrido el mismo castigo que los
asalariados.
Una
nacionalización debiera significar valor cero para las acciones de la entidad
que se nacionaliza. ¿Va a ocurrir aquí así? Las cajas españolas han sido
cortijo exclusivo para los de toda la
vida, primero, y para los políticos, después; el final ha podido ser
cualquier cosa menos impredecible.
¿Excusa
esto de la exigencia de responsabilidades? ¿Desaparecerán los actuales consejos?
¿Cómo se nombrará a los nuevos consejeros?
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