jueves, 3 de mayo de 2012

La gran esperanza blanca




En los tiempos de Casius Clay, Sonny Liston y George Foreman, y aún antes, era tal el predominio de los campeones de color, que siempre que aparecía un aspirante blanco –aunque fuera un paquete- se convertía, automáticamente, en la gran esperanza blanca.
Ahora, ahogados como estamos por esta oleada de políticas neoliberales que está arrasando con todo, cualquier voz que suene diferente se nos antoja una gran esperanza blanca.
Lejos de mi intención tildar a François Hollande de paquete, como  a aquellos luchadores blancos. Y menos, por comparación con estos campeones negros –o negreros- que tenemos ahora, pues nunca una operación de marketing electoral cosechó resultados tan espectaculares ni se desinfló con tal celeridad como la que aupó a los que ahora nos gobiernan. Pero  nos hace falta, como el comer, alguien que aporte aires nuevos, que se enfrente a la Doña y que propicie una política de crecimiento en paralelo a la de consolidación fiscal, antes de que nos vayamos todos al hoyo.
Y lo curioso del caso es que no estamos hablando de la gran esperanza blanca de la izquierda, pero pienso sinceramente que la llegada del señor Hollande será saludada con similar entusiasmo por todas las tendencias del arco parlamentario, y estoy seguro de que el mismo Rajoy reza para que ganen los socialistas en Francia, aunque, como es lógico, no pueda decirlo; François Hollande, en un país del peso de Francia, puede hacer mucho por otra política que es tan posible como necesaria. Entretanto lo que resulta patético es ver a Sarkozy, como gato panza arriba, tratando de arañar votos a diestra y siniestra.
Histriónico, como es él. 

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